Recientes escándalos han permitido volver a hablar de la longevidad y sus tensiones, pero es necesario ampliar la mirada, dejar de ver la vejez solo a través de sus carencias y ofrecer soluciones.
Un informe sobre el envejecimiento poblacional en España centra su atención, entre otros asuntos, en las consecuencias de la soledad y el aislamiento para los adultos mayores.
Tras la elevada mortalidad en las residencias de personas mayores en muchos países durante la pandemia, es necesario plantearse cómo atenderlas mejor con fórmulas adaptadas a las distintas situaciones.
Estos días están poniendo de relieve algo que los estudiosos del envejecimiento llevaban tiempo señalando: es vital una red de relaciones positivas de proximidad.
Varias iniciativas gubernamentales y privadas favorecen los espacios compartidos entre ancianos y jóvenes, para crear vínculos mutuamente beneficiosos.
En Finlandia, donde el envejecimiento de la población va a gran velocidad, varias ciudades aplican un programa de visitas virtuales a personas mayores que viven solas.
Los cuidadores de pacientes de alzhéimer pueden hundirse en el aislamiento social y la depresión a causa de su dedicación absoluta al enfermo. Hay forma de sacarlos a flote.
La percepción de los mayores como un problema empieza a ser contrarrestada con otra en la que ellos mismos se ven como protagonistas de sus vidas, con mucho que aportar.
El movimiento Comunidades y Ciudades Compasivas persigue implicar a la población en el cuidado de las personas que pasan por un proceso de enfermedad crónica y final de vida.
La posibilidad de comer en compañía de familiares o amigos funciona como un antídoto contra la infelicidad y favorece la salud. Varios estudios lo avalan.