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La salud mental de los jóvenes, en crisis

publicado
DURACIÓN LECTURA: 9min.

Que existe una crisis en la salud mental de los jóvenes es algo que pocos psicólogos y terapeutas ponen ya en duda. También parece claro que la pandemia ha agravado la situación, aunque el problema viene de antes. Más complicado es poner cifras concretas –por la naturaleza fronteriza de muchos trastornos y la dificultad para recabar datos entre menores–, y también separar las causas: las hay puramente coyunturales, pero también culturales y biológicas.

Algunos estudios muestran que los cuadros de ansiedad, depresión o conductas suicidas han aumentado su prevalencia en los últimos años, aunque el comienzo de la tendencia al alza data de más atrás. Según la versión para Europa de un informe publicado el año pasado por Unicef, en 2019 –antes del desarrollo de la pandemia en este continente–, un 16% de los chicos y chicas de entre 10 y 19 años sufría algún trastorno mental. Tomando en consideración solo los años de la adolescencia, de los 15 a los 19, la proporción aumentaba hasta cerca del 18%.

Más allá de los “macrodatos”, son los propios médicos y psicólogos los que, desde la primera línea de fuego, han alertado sobre este incremento de casos. Así lo hacía la jefa del área de salud mental del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, en una entrevista con El País el pasado verano. Más recientemente, la Asociación Española de Pediatría tildaba la situación de “alarmante” en una nota de prensa, mientras que su homóloga americana declaraba el “estado de emergencia nacional” respecto a la salud mental de los menores.

Aumento de las conductas suicidas y autolesivas

Especialmente preocupantes son los datos referidos a los comportamientos suicidas, ya sea en grado de pensamientos, tentativas, o suicidios consumados. En muchos países occidentales, llevan años aumentando entre los jóvenes a la vez que descendía su prevalencia entre el resto de la población. En general, el número de suicidios consumados descendió en 2020 por el confinamiento, pero después ha vuelto a aumentar, muchas veces con mayor intensidad que antes.

Los comportamientos autolesivos llevan años al alza, especialmente entre las chicas

A ello apuntan algunas evidencias indirectas. Por ejemplo, en muchos hospitales de España han aumentado considerablemente las atenciones de urgencia a menores por temas de salud mental, al igual que ha ocurrido en otros países cercanos, como Francia. Por otro lado, el teléfono contra el suicidio de la Fundación ANAR atendió el año pasado un 145% más de llamadas de menores con intenciones suicidas.

También parecen haber aumentado en los últimos años las conductas autolesivas, aunque ya antes de la pandemia la tendencia era claramente ascendente. Como explica un informe del Hospital Sant Joan de Déu publicado el año pasado, las primeras investigaciones al respecto, realizadas en los años 80 del siglo pasado, señalaban una prevalencia entre menores europeos inferior al 1%. Sin embargo, los estudios más recientes apuntan a una tasa muy superior, de entre el 15% y el 30%, aunque no hay homogeneidad en los criterios de recogida de datos.

En cualquier caso, los testimonios de enfermeros y médicos de distintos hospitales apuntan a una realidad inequívoca: cada vez tienen que atender a más jóvenes –sobre todo chicas– que, sin padecer un trastorno psiquiátrico, se han autolesionado.

La edad y el sexo importan

Daniel Rama es psicólogo especializado en adolescencia, profesor universitario y vicepresidente de la Asociación Española de Psicología del Niño y Adolescente (APSNAE). Su investigación y su consultan le ofrecen una posición privilegiada para abordar el fenómeno de la crisis en la salud mental de los jóvenes.

Rama distingue entre la situación de los niños y la de los adolescentes. “Por edad, los trastornos psíquicos (por ejemplo, ansiedad, depresión, esquizofrenia o trastorno bipolar) son mucho más frecuentes entre mayores de 12 años, mientras que los de conducta (hiperactividad, de atención, comportamiento antisocial) aparecen en edades más tempranas.”

Un factor a tener en cuenta –señala– podría ser el paso del colegio al instituto; un momento que, en su opinión, supone un cambio importante, y para el que con frecuencia los niños y niñas aún no están preparados: “A los 12 años nuestro sistema educativo los aboca con apenas un par de charlas y un paseo por el nuevo instituto a un cambio bastante importante no solo en la metodología educativa, sino también en el modelo de socialización. Esto puede generar sentimientos de desconfianza hacia la figura adulta y un aumento del sentimiento de incomprensión y soledad”.

Trastornos “internos” como la depresión o la ansiedad son más frecuentes en chicas; los de conducta, en chicos

Por otra parte, la literatura científica ha mostrado de forma consistente que el sexo de los jóvenes influye en la salud mental. Por ejemplo, en los comportamientos suicidas. Las ideas y las tentativas de suicidio son bastante más frecuentes entre las chicas que entre los chicos, aunque son ellos los que de hecho más mueren por esta causa. Algunos expertos señalan que esta asimetría entre intentos y muertes se debe en parte a que los chicos comparten menos sus sentimientos negativos (lo que explicaría, por ejemplo, su infrarrepresentación entre los que llaman a los llamados “teléfonos de la esperanza”), y cuando deciden acabar con su vida escogen medios más letales.

Más allá del suicidio, Rama explica que “las chicas suelen internalizar más los problemas (de ahí que sean más frecuentes en ellas trastornos como la depresión, ansiedad, comportamientos obsesivos, etc.), mientras los chicos son más externalizantes (por eso están sobrerrepresentados entre los diagnosticados con TDAH o problemas de conducta)”.

Sobreprotección, drogas y redes sociales

No obstante, los factores externos también juegan un papel importante en la salud mental de los jóvenes. Por ejemplo, los estereotipos culturales asociados a cada sexo: “Las mujeres son más propensas a ser diagnosticadas con depresión, ansiedad y trastornos mentales comunes. Según cifras de la OMS, ellas tienen un 48% más de posibilidades de recibir medicación psiquiátrica. Además, la tendencia de los hombres a no pedir ayuda psicológica o no mostrar síntomas de depresión es otro de los motivos por los que hay algunos trastornos mentales que se diagnostican más a un género que a otro”.

La familia es otro factor externo relevante. Rama se refiere, por un lado, a la desestructuración de cada vez más hogares, pero también al estilo de crianza: “Muchos niños han sido educados en la sobreprotección. Esto les provoca baja tolerancia a la frustración, tendencia al poco esfuerzo y elevada alarma ante problemas que no son tan importantes”.

Por otro lado, le preocupa la normalización de las drogas y el alcohol: “Hay un consumo precoz entre los jóvenes que está haciendo mucho daño, con niños y niñas que toman cannabis con 13 años. El consumo de alcohol y de cannabis puede desencadenar problemas de salud mental como el trastorno de personalidad”.

Las redes sociales son, sin duda, otra de las preocupaciones de los psicólogos dedicados a menores de edad. El informe de Save the Children antes mencionado dedica un apartado a este tema. En concreto, alerta sobre la existencia de páginas que ofrecen consejos para el suicidio, y del efecto negativo que pueden tener ciertos retos viralizados a través de estos canales.

Hipersexualización y adelanto de la pubertad

Rama se fija en la hipersexualización de la vida de los jóvenes que pueden alimentar las redes sociales cuando se hace un uso inadecuado. “Las niñas sobre todo aparecen situadas en una falsa madurez que no entienden, rodeadas de mensajes de contenido sexy que puede desembocar en una falta de seguridad, en la construcción de jóvenes frágiles que se sentirán obligadas a librar una batalla con su cuerpo en busca de un ideal inalcanzable. La sexualización supone también la imposición de una sexualidad adulta a las niñas y los niños, que no están ni emocional, ni psicológica, ni físicamente preparados para ello”.

La sexualización en redes sociales y el acceso a la pornografía afectan al normal desarrollo psíquico del joven

Por los mismos motivos, el acceso a pornografía en etapas tempranas también resulta perjudicial. Algunos estudios han señalado que su consumo excesivo afecta al volumen de materia gris del lóbulo derecho del cerebro, lo que afecta a funciones como el aprendizaje y la memoria. En declaraciones para Cuídate Plus, Sergio Oliveros, psiquiatra, explicaba que la disminución de la actividad frontal y otras alteraciones cerebrales perjudican “el rendimiento cognitivo por la dificultad para mantener la atención, concentrarse o memorizar contenidos, lo que interfiere sustancialmente con el proceso de aprendizaje en adolescentes y jóvenes, sector de edad donde el consumo es amplio”.

Este acceso precoz a la pornografía coincide con otro fenómeno que cada vez está más documentado, el adelanto de la pubertad, especialmente en las chicas. Como explica Rama, “cuando este adelanto no está acompañando de un incremento en el nivel de madurez psicológica, genera disonancias que la persona no es capaz de comprender. Si a la incomprensión que ya se siente de por sí en el periodo puberal le sumamos esta otra, tenemos a adolescentes enfadados con el mundo y cansados de esas constantes contradicciones, lo que se traduce claramente en comportamientos ansiosos y depresivos cada vez más alarmantes”.

El efecto de la pandemia

Si la situación de la salud mental entre los jóvenes ya era preocupante antes de la pandemia, esta la ha empeorado aún más. Según testimonian algunos informes y departamentos de pediatría de distintos hospitales, han aumentado los casos de depresión, ansiedad, trastornos alimentarios y de conducta, pero también de otros fenómenos más graves como esquizofrenia, trastornos bipolares y comportamientos suicidas.

Rama señala algunas consecuencias indirectas de la pandemia que han podido ejercer un efecto negativo en la salud psíquica de los jóvenes. Por un lado, el incremento en el tiempo pasado delante de pantallas, que ya era excesivo antes y que “está relacionado con un número insuficiente de horas de sueño y con un mayor riesgo de sufrir problemas emocionales y de comportamiento en la población infantil”. Por otro, los problemas laborales y económicos de las familias, que generan una sensación de incertidumbre en los menores”.

Ante este panorama tan poco optimista, los profesionales de la salud mental están insistiendo en la importancia de la familia y la escuela como “refugios”. Según explica Rama, los jóvenes que pasaron el confinamiento en pisos compartidos con otros jóvenes experimentaron más problemas psíquicos que los que lo pasaron con sus padres. A su vez, el estudio de los CDC documentó una menor tasa de depresión y ansiedad en los estudiantes que mantuvieron un contacto más cercano con su centro escolar.

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