Mientras sigue habiendo desnutrición en los países más pobres, otro tipo de pobreza alimentaria toma fuerza en hogares de todo el mundo: el consumo excesivo de alimentos industriales.
La posible inclusión de las nuevas técnicas genómicas entre los procedimientos vinculados a la producción agrícola en la UE despierta temores no necesariamente justificados.
La guerra rusa contra Ucrania amenaza con desestabilizar la producción y el comercio mundial de alimentos, en una crisis que, no obstante, se pudiera atenuar.
La industria de los alimentos alternativos a los de origen animal está creciendo más allá del veganismo, con la ayuda de la tecnología y la promesa de productos más saludables y atractivos.
La Política Agrícola Común de la UE ya no se limita a la seguridad alimentaria y a la libre circulación de productos en el mercado único: el medio ambiente es ahora una prioridad.
La catástrofe social ocasionada por la pandemia sería aun peor, de no ser por los bancos de alimentos, que no pueden sustituir a las instituciones públicas indefinidamente.
Un informe del Programa Mundial de Alimentos aborda el tema de los conflictos armados como causa del incremento del hambre y la desnutrición, tras años de mejores cifras.
La OMS carga contra el consumo de refrescos, algunos gobiernos les ponen gravámenes y las empresas fabricantes tratan de sortear la caída del consumo. Pero el asunto no está cerrado.