Rompe Ralph, como hiciera Toy Story hace años con los juguetes, cuenta la historia de los personajes de los videojuegos cuando los humanos se retiran. Rompe Ralph lleva treinta años de éxito en el salón Arcade, y Ralph lleva treinta años haciendo de malo y siendo derrotado. No es su culpa, lo programaron así, pero esa situación conlleva un rechazo social que le molesta. Ni siquiera fue invitado a la fiesta de aniversario del juego. Ralph decide que algo tiene que cambiar y sale de su juego para ganar una medalla “como los héroes”, sin saber que pone en peligro a todo el salón.

El guión original iba a servir de excusa para rendir homenaje a diversos videojuegos, pero Rich Moore, sin duda bajo el impulso de Lasseter, consigue mucho más: un guion muy inteligente con un villano –los villanos de Disney suelen ser caracteres memorables– decidido a conseguir una medalla que descubrirá su fondo bueno gracias a una pequeña en apuros y una multitud de subtramas complejas que tienen que ver con el gran salón y, muy particularmente, con dos juegos sensacionales, Hero’s Duty –para niños– y Sugar Rush –para niñas–.

Las tramas y los personajes se entrecruzan varias veces y llegan a resultados sorprendentes. Los realizadores hacen un alarde jugando con bits, píxeles, texturas y capacidad de movimiento de los diversos personajes; decenas de cameos de protagonistas de juegos, antiguos, antiquísimos y más modernos, todos explotados con mucho humor.

Una obra deliciosa en la que las voces originales son parte de la historia y que ha conseguido un magnífico doblaje. Se ve prácticamente igual de bien en 2D que en 3D.

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