Tercera parte de la saga de Puñales por la espalda, centrada en el asesinato en una parroquia de un lugar apartado que es más bien un carnaval de peculiaridades. La primera media hora de película es un guiñol más cercano a Álex de la Iglesia y Almodóvar que a Agatha Christie, con personajes muy subrayados en diferentes distorsiones religiosas y psicológicas. En medio de este manicomio, el joven y recién llegado padre Jud, interpretado por Josh O´Connor, tendrá que lidiar con el carismático y atormentado Monseñor Jefferson (Josh Brolin).
El reparto es espectacular, con una decena de actores de primer nivel entre los que destacan, además de Daniel Craig, que tarda en entrar en escena, y los dos protagonistas anteriormente citados, Glen Close, Jeremy Renner, Kerry Washington o Andrew Scott. El guión tiene algunos giros ingeniosos y contrapuntos que se agradecen al mostrar la sincera, aunque más bien epidérmica y estereotipada, interioridad espiritual del joven sacerdote. Sin embargo, la historia resulta demasiado dispersa, con personajes que entran y salen de escena sin apenas aportar dramáticamente, un desperdicio del talento excepcional del reparto.
Técnicamente, la película es muy acertada en localizaciones, fotografía y planificación, pero este cuidado formal no disfraza las carencias de una historia exagerada de metraje, freaks y sal gruesa, en la que se echa de menos la originalidad, ironía y eficaz dramatismo de la trama y los personajes de la primera parte de la saga.