Con su ópera prima La vida de los otros, Florian Henckel von Donnersmarck ganó el Oscar de 2007 a la mejor película de lengua no inglesa y otros 40 premios internacionales. Tras la fallida The Tourist, presentó el pasado año en Venecia su tercer película, La sombra del pasado, que narra la vida de Kurt Barnert, trasunto de Gerhard Richter, el artista alemán más conocido del presente.

Las tres décadas que abarca el filme permiten al director tratar tres épocas de la historia alemana. A los seis años, en 1937, Kurt asiste en Dresde con su tía Elisabeth a una exposición de “arte degenerado” que despierta en él la vocación artística. Elisabeth será víctima del programa de eutanasia del nazismo (entre 1940 y 1945 fueron asesinadas más de 70.000 personas discapacitadas) en una clínica dirigida por un ginecólogo y oficial de las SS.

En un complejo ejercicio dramatúrgico, el guionista y director consigue entrelazar la evolución artística de Kurt –que va del “realismo socialista” en sus primeros años, coincidiendo con el comienzo de la RDA, hasta encontrar en los años sesenta su propio estilo en Düsseldorf– con la historia de amor con su esposa Ellie y, sin embargo, centrar el filme en la tortuosa relación entre Kurt y su dominante suegro. Este personaje presenta especial interés por su evolución: de oficial de las SS a “comunista convencido” en la RDA, para terminar haciendo carrera en la República Federal. Sebastian Koch le da vida con variedad de matices. Por el contrario, Paula Beer ha de soportar en bastantes ocasiones una mirada voyeurista de la cámara más propia de otras épocas. En la del MeToo, resulta un tanto chocante.

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