Liberado tras pasar 27 años en prisión, Nelson Mandela es candidato a la presidencia de Sudáfrica. Elegido en 1994, desea ser presidente de todos, blancos y negros. Pero no resulta sencillo por las secuelas del apartheid. Botón de muestra es el Springboks, el equipo nacional de rugby, muy identificado con el régimen racista. Con cálculo político y comprensión humana, Mandela advierte que los afrikaners tomarían como una afrenta un forzado cambio de imagen del equipo. Así que decide apoyarlo con todas sus fuerzas en el campeonato mundial del que Sudáfrica es anfitrión.

Clint Eastwood marca un nuevo tanto en su filmografía con esta historia real, basada en la obra de John Carlin El factor humano. El riesgo estribaba en que el carácter aleccionador fuera demasiado obvio. Pero lo sortea porque cree en el material que maneja. La historia ejemplar no le supone un lastre, sino un estímulo para hacer cine de primera división, atravesado de formidable clasicismo, con personajes de carne y hueso, creíbles.

La película trata, con realismo y huyendo de lo enfático, de reconciliación y perdón, de superación de prejuicios, de inspiración y liderazgo. Temas bien insertados, con el elemento deportivo de “cemento” cohesionador. La nueva convivencia interracial se subraya con la escolta presidencial, pequeña comunidad cuya evolución queda bien perfilada; lo mismo cabe decir de los padres de François Pienaar, el capitán del equipo de rugby.

Liderazgo e inspiración unen a Mandela y Pienaar, interpretados con maestría por Morgan Freeman y Matt Damon: son sobresalientes los matices en lo profesional y lo personal. A ambos les toca asumir papeles por los que deben ilusionar también a su público “no natural”: Mandela a los blancos amantes del rugby además de a los negros que piensan que se está «distrayendo», Pienaar a los negros que siempre han apoyado al rival de los Springboks, fuera quien fuera, además de a sus compañeros blancos de equipo. Y lo hacen con determinación, de la que es símbolo la dureza del rugby, donde para ganar es inevitable chocar.

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