Guillaume tiene una madre tremenda. Posesiva y omnipresente, cáustica y brillante, tiene tres hijos varones. Para ella son Guillaume y los chicos. El espectador va comprobando que efectivamente la madre trata a Guillaume como a una chica. Y así los 85 minutos de una película en la que un comediante con muchas tablas se entrega a un tour de force para dilucidar, en un original e hilarante monólogo, quién es y por qué es como es. Y ya de paso lo que quiere ser.
Obviamente, el complejo edípico y la pretendida sexualidad difusa del protagonista es el tema que domina toda la película, en la que Guillaume va pasando por colegios, vacaciones, clínicas y teatros en una suerte de anamnesis vital que propicia situaciones divertidas, grotescas y chuscas (algunas hay), casi siempre al borde del fuera de juego.
El componente autobiográfico de esta película, basada en una obra teatral, lo certifica su director, que, presentando la cinta en Madrid, comentó que salvo en algunos pasajes escabrosos, sustancialmente su juventud fue así. Con gracia, comentó que le alegraba el buen funcionamiento en la taquilla porque así podría recuperar su inversión en consultas de psicólogos y terapias varias.
La historia de Guillaume se va desplegando con un tono bufo, pero con una cuidada factura. Guillaume Gallienne, experimentado actor francés de 42 años que ha participado en casi 50 producciones, se estrena como director y guionista, interpretándose a sí mismo y a su propia madre.
La película admite pluralidad de lecturas, algunas de ellas muy audaces. Tiene una buena historia y la cuenta bien. No es una película cómoda pero es valiosa. Y antropológicamente tiene su miga.
|