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Director y guionista: Randall Wallace. Intérpretes: Mel Gibson, Madeleine Stowe, Greg Kinnear, Sam Elliott, Chris Klein, Barry Pepper. 138 min. Jóvenes.

El tratamiento cinematográfico de la II Guerra Mundial se ha renovado con films como Salvar al soldado Ryan o La delgada línea roja, que han añadido el a veces obviado horror de cualquier guerra a la premisa del cine clásico de que se combatía por una causa justa. Ahora le toca el turno a la Guerra de Vietnam. Acostumbrados a personajes tarados y llenos de traumas, sorprende gratamente Cuando éramos soldados, que viene a recordar que el comportamiento heroico es posible en cualquier conflicto bélico. Incluso en aquel cuyas motivaciones son discutibles.

El material para este nuevo punto de vista lo proporciona We Were Soldiers Once… and Young, libro escrito por el teniente general ya retirado Harold G. Moore y el corresponsal de guerra Joseph L. Galloway, que protagonizaron una acción bélica en el valle de Drang.

Randall Wallace, guionista de Braveheart y Pearl Harbor, debutó como director con la entretenida El hombre de la máscara de hierro. Ahora filma con aplomo esta historia de guerra, y la insufla de un tono épico. Sin ocultar el horror -algunas escenas bélicas son espeluznantes-, cala en la humanidad y el heroísmo de los combatientes. Muestra cómo los soldados son personas normales, con familia, que se esfuerzan por vivir el espíritu de las viejas virtudes castrenses. Esto no quita para que haya muerte y destrucción por doquier, o momentos en que los nervios se rompen. Pero se evita el sadismo que se había convertido en «marca de la casa» del subgénero vietnamita.

Humanizar no significa suavizar el infierno bélico. Es dar la foto completa. A ello ayuda una galería de interesantes personajes: desde el líder que cuida de sus hombres como si fueran su segunda familia (Mel Gibson) al veterano brigada (Sam Elliott), el recién casado Jack (Chris Klein) o el periodista (Barry Pepper). Además, Wallace tiene el acierto de mostrar el rostro del enemigo y el heroísmo de retaguardia, quizá no inferior al de los que están en primera línea. El papel que se autoimpone Julie, la esposa de Moore (Madeleine Stowe) -comunicar a las familias la muerte de sus seres queridos-, no es, desde luego, una nadería.

José María Aresté

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