Star Wars. Episodio II. El ataque de los clones

TÍTULO ORIGINAL Star Wars. Episode II. Attack of the Clones

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: George Lucas. Guión: George Lucas y Jonathan Hales. Intérpretes: Ewan McGregor, Hayden Christensen, Natalie Portman, Ian McDiarmid, Pernilla August, Ahmed Best, Samuel L. Jackson, Frank Oz, Anthony Daniels, Christopher Lee, Jimmy Smith, Tamuera Morrison, Daniel Lorgan. 136 min. Jóvenes.

Han pasado diez años desde que concluyó la historia narrada en La amenaza fantasma. Anakin Skywalker (Hayden Christensen) se ha convertido en un apuesto adolescente rebelde a quien el paciente Obi-Wan Kenobi (Ewan McGregor) entrena para que se convierta en un caballero Jedi. Desde ese punto de partida, El ataque de los clones desarrolla dos líneas argumentales bien definidas, siguiendo fielmente el esquema que George Lucas utilizó en la primera película. Por un lado se narran las conspiraciones que amenazan a la República, con el senador Palpatine buscando los plenos poderes que le convertirán en el gran dictador galáctico y con las acciones del movimiento separatista que dirige el siniestro conde Dooku (Christopher Lee), antiguo Jedi pasado al lado oscuro de la Fuerza. Por senderos muy diferentes discurre la segunda trama, la aventura de Anakin Skywalker, cada vez más reacio a aceptar los consejos de su maestro, las imposiciones del código Jedi y cualquier autoridad. Con su talento, las ínfulas que le confieren sus 19 años y una sensibilidad epidérmica, Anakin irá rompiendo todas las normas, se enamorará locamente de la senadora Padmé Amidala -que ha renunciado al trono para servir mejor a la República- y se acercará a pasos agigantados al lado oscuro.

George Lucas nunca ha sido un gran director. De hecho, hasta que se decidió a producir y dirigir la segunda trilogía de su saga galáctica, había dejado transcurrir dos décadas sin filmar. Su estilo visual es el mismo de hace veinte años, y ya entonces tenía un leve olor a rancio. Por eso, no tiene nada de particular que la historia no sorprenda, aunque pretenda ser un carrusel de emociones fuertes, contrarrestadas por algún momento de calma. La película está hecha para entretener, para emocionar y para seguir contando una historia que en parte ya es conocida y que, por tanto, resulta previsible. La única novedad -y no es tal- es que la Fuerza recobra su carácter espiritual, de modo que se abandona aquella burda explicación biológica que tanto defraudó en La amenaza fantasma.

Visualmente impecable, El ataque de los clones ha sido enteramente rodada con cámaras digitales, sin utilización alguna de celuloide. Sus efectos especiales han sido concebidos para ilustrar la historia, no para ocultarla. Por eso su apabullante imaginería es el telón de fondo que ayuda a situar ese mundo fantástico del futuro, y detrás de ella tenemos los elementos habituales de un relato: una historia de amor un poco cursi, una conspiración política y un par de espectaculares batallas épicas.

Quizá se pueda hacer muchos reproches a esta película; se trata de Star Wars y no de una historia nueva de ciencia-ficción. Las cartas estaban echadas desde el Episodio IV. Todo el mundo sabe que Anakin Skywalker se va a enarmorar de Amidala y que va a tener con ella dos hijos. También se sabe que Anakin se enfrentará a su maestro Obi-Wan, y que se pasará al lado oscuro de la Fuerza. Pero no se puede reprochar al episodio que narre esas cosas a la manera de Lucas. Por lo demás, el guión, sin originalidad particular, es correcto y busca completar lagunas de información sobre hechos y personajes que ya conocemos, por ejemplo, un viejo cazador de recompensas, la familia de granjeros donde se criará Luke, etc.

Por último, y sin desvelar ningún secreto, si hubiera que destacar un par de secuencias, yo me quedaría con la escena del bar, espejo de aquel primer encuentro de Luke Skywalker con el láser de Obi-Wan en otro bar, y con la persecución de Obi-Wan a los cazarrecompensas. ¿Qué le falta a este capítulo? Lo mismo que al anterior: la frescura que tenían las primeras entregas, que venía en buena medida de un personaje como Han Solo, el contrapunto necesario a tanta seriedad.

Fernando Gil-Delgado

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