El año pasado, Lasse Hallström dejó claro en Las normas de la casa de la sidra que, según él, debemos saltarnos las normas. Ahora, en Chocolat, aprovecha un casi-cuento de hadas, simpático y bienintencionado, para romper otro par de lanzas a favor de la transgresión.
A un pueblo pequeño y triste llegan Vianne Rocher (Juliette Binoche) y su hija Anouk (Victoire Thivisol), vestidas de Caperucita Roja, y abren una chocolatería. El talante abierto y comprensivo de la Srta. Rocher, y los singulares portentos que obra su chocolate -como si de una poción mágica se tratara- devolverán la alegría y el buen humor al pueblo.
Hasta aquí, podría valer. Ahora bien, el pueblo que presenta Hallström es una caricatura de parroquia luterana, a la que añade rasgos de mezquindad propios de los lugares pequeños. Hallström repite hasta el aburrimiento que se trata de cosas católicas, de las cuales, por cierto, muestra una ignorancia absoluta. Vianne Rocher, madre soltera, no va a la iglesia el domingo. En pleno desafío a las costumbres locales, abre la chocolatería en Cuaresma, e invita a la parroquia a saltarse el ayuno que, según Hallström, es absoluto hasta el día de Pascua. Una vez iniciado este movimiento demoledor, el director sueco procede a burlarse, sistemáticamente, del sacramento del matrimonio, de la confesión, de la castidad… Finalmente, al igual que hiciera con la elección de la muerte del doctor de Las normas de la casa de la sidra, Hallström es ambiguo al plantear el modo en que Armande Voizin (Judi Dench) decide terminar sus días.
La película está bellamente fotografiada, tiene un tono onírico dulce y simpático, y cuenta con un reparto de lujo. Destaca especialmente la brillante actuación de Judi Dench, justa candidata al Oscar a la mejor actriz de reparto. Sin embargo, a pesar de todo el bombo que se le está dando, el guión de la película es fallido, sobre todo porque pretende guardar el tono de cuento inocente, y sin embargo plantea unos problemas que no lo son en absoluto. Por otra parte, su desarrollo se hace demasiado largo. Finalmente, ninguno de los personajes está bien dibujado, salvo el que encarna Judi Dench; y la mayoría se adapta artificiosamente a la historia, que además termina abruptamente.
Si, en lugar de hacer propaganda anticatólica, Lasse Hallström se hubiera preocupado de contar un cuento, podría haber resuelto la papeleta más dignamente. Pero, tal y como está, sorprende que la película haya merecido cinco candidaturas a los Oscars. ¿De verdad que no han encontrado nada mejor?