Aladdin, antes Aladino, y Abu –su mono– son un par de pícaros que sobreviven gracias a su ingenio y a sus rápidos dedos por el bazar de Agraba. Un día, Aladdin queda prendado por una bella joven que resulta ser la princesa Yasmine de incógnito. Para volver a verla, se arriesga a entrar en el palacio de noche, pero es atrapado y encerrado. El gran visir Jafar le promete la libertad y riquezas a cambio de una lámpara que deberá sacar de una cueva mágica. Quien frote la lámpara tendrá un genio a su servicio.

Con lo dicho queda claro que el nuevo Aladdin no es una nueva versión del cuento de Las mil y una noches, sino de la película de animación de 1992, como La Bella y la Bestia de hace dos años no se remontaba al cuento francés, sino a la versión Disney de 1991, y otro tanto se puede decir del último El Libro de la Selva o de Dumbo. Disney apuesta por lo conocido, y le funciona.

Este Aladdin sorprende muy gratamente, en primer lugar, porque nadie esperaba gran cosa de esta película, tanto por el altísimo nivel del original de animación, como por los decepcionantes trailers que presagiaban, como mucho, una correcta película de aventuras. Pues bien, el director Guy Ritchie, que da una de cal y una de arena, ha dado la de cal, y la película es superdinámica y tiene un toque de locura que le sienta de maravilla; la pareja protagonista –Naomi Scott y Mena Massoud– tiene el encanto de los dibujos que la inspiran; y Will Smith está genial (valga el juego de palabras).

La producción es un poema: la ciudad de Agraba tiene vida; las coreografías y los colores son espectaculares. Tiene un destacado papel la música (el mismo Alan Menken de la primera película arregla los temas para la nueva versión), con un tema nuevo, Speechless –lo canta Yasmine para afirmar su personalidad–, que es revolucionario. Porque Aladdin no se limita a copiar la vieja película: hay algunos detalles del guion que han sido suavemente modernizados, y un par de tramas nuevas, divertidísimas, que no vamos a revelar, y que funcionan y dan una excelente sorpresa al final.

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