Hoy día es posible tachar de “intolerantes” a quienes no simpatizan con las ideas propias, aun a sabiendas de que estas ideas son una burla para las creencias religiosas de los demás.
Al inicio de 2012 nadie confía ya en soluciones utópicas que cambien la vida. Las corrientes vanguardistas, en el arte y en la política, han terminado en derrotas. Pero en conjunto han dejado su huella en una sociedad ávida de experiencias fuertes y supuestamente trasgresoras.
Un proyecto de ley francés para tipificar como delito la negación del “genocidio” armenio por los turcos, está dando lugar a críticas por parte de historiadores que ven comprometida su libertad de investigación.
El gobierno cubano ha pospuesto la aplicación de una nueva política migratoria que eliminaría el permiso de salida, la renovación del pasaporte cada dos años y el pago de prórrogas por estancia en el exterior.
En Francia se sigue discutiendo sobre la libertad de creación artística y el respeto a las creencias religiosas, a raíz de las protestas contra una pieza teatral que caricaturiza la pasión de Jesucristo.
Tras la retirada norteamericana, el futuro de Irak está sembrado de incertidumbres por el aumento de la violencia sectaria entre suníes y chiíes, y la creciente influencia de Irán.
La muerte de Kim Jong Il ha despertado el interés por la situación de Corea del Norte y por el futuro de uno de los sistemas totalitarios más opacos y herméticos del planeta.
Dentro de los países desarrollados la brecha entre los que más ganan y los que menos se ha ido agrandando en los últimos treinta años. Y cuando la economía entra en crisis, resultan más llamativas e irritantes las desigualdades.
Václav Havel (1936-2011) no solo será recordado como el líder de la “revolución de terciopelo” que acabó pacíficamente con el comunismo en Checoslovaquia. También fue el intelectual convencido de que la democracia necesita vivir en la verdad.
“Me atrevo a decir que éramos amigos”, declara Václav Havel sobre Juan Pablo II en su libro de recuerdos Sea breve, por favor. Su bienvenida a Juan Pablo II cuando visitó Checoslovaquia en 1990, revela esa sintonía intelectual y cordial.
Hoy quizá resulte asombroso que representantes de muy diversas naciones y culturas pudieran ponerse de acuerdo para redactar la Declaración Universal de Derechos Humanos. En parte, fue mérito de Eleanor Roosevelt, que alentó y sostuvo el diálogo. Lo cuenta Mary Ann Glendon.
Un análisis periodístico lleno de ironía sobre la etapa de gobierno de Rodríguez Zapatero, con su mezcla de restos de dogmas de izquierda y sus efusiones de sentimentalismo.
Entre el soft y el hard power, Nye propone una combinación inteligente de los dos que permita al líder elegir soluciones pragmáticas y genere entusiasmo en la ciudadanía.
El Movimiento Palikot ha sido presentado como un signo del auge del nuevo "laicismo" en Polonia. Pero es sobre todo un juego de marketing político, con más oportunismo que ideología.