Seis meses después del comienzo de la “primavera árabe”, un primer balance nos ofrece un desigual panorama. Por un lado, la caída de dos dictaduras –Túnez y Egipto– como la gran palanca de los movimientos de liberación; la casi fulminante reforma de la Constitución en Marruecos, y el anuncio de cambios en Argelia y Jordania. Por otro, una guerra civil en Libia; la sangrienta represión de las dictaduras de Siria y Yemen, y un emirato, Bahrein, bajo vigilancia de los
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