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El descubrimiento del 15-M

publicado
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Lo que se sabía es que la democracia ideal –el régimen del pueblo, para el pueblo, con el pueblo, y muchas más preposiciones- tiene que ser directa: todos deciden sobre todo, en asamblea. Pero en ningún sitio es así, por muchas razones: población numerosa, indiferencia de muchos, dificultades técnicas, evidencia de que no todos saben de todo, etc. Así que se optó por la democracia indirecta o representativa: el pueblo elige periódicamente a sus delegados, representantes o diputados y ellos se encargan, dando lugar a un Ejecutivo, de gobernar.

La clase política

La clase política ha ido distanciándose cada vez más de los problemas reales de la gente, también por muchas razones, pero entre ellas prima que parece interesarle antes que nada o conquistar el poder o no perderlo si ya lo tienen. En una situación de bonanza o expansión económica esto se nota menos, porque la gente está entretenida en ganar dinero y en gastarlo. Pero en las crisis –y la de ahora es muy grave- los vicios de la democracia real (de la que hay) salen a flote.

Quienes animan el movimiento 15-M, entre caóticas y a veces contradictorias propuestas, aciertan a ver que actualmente, gracias a Internet, podría ser pensable una democracia directa, asamblearia, en una sociedad numerosa. Es una posibilidad que no se puede ni se debe descartar, pero como todo cambio revolucionario necesita un largo y complejo proceso, para llegar a una sociedad -casi una utopía- en la que, por ejemplo: los muchos millones de personas mayores se manejasen en Internet: en general, la mayoría tuviera interés en debatir “todo”, etc. Por no hablar del grado de conocimiento que se necesita en muchos problemas técnicos. Pensar que el pueblo, por ser pueblo, y por ser el depositario del poder entiende de todo y puede decidir en todo es, hoy por hoy, un desatino, sobre todo si se ve el grado de conocimiento, de educación, que hay, por ejemplo, en España, con un 30% de fracaso escolar.

Precedentes utópicos

Además, también en una asamblea, al ser muy difícil la unanimidad –sobre todo cuando hay intereses contrapuestos, que es lo normal en la vida-, hay que decidir por mayorías. Son las mayorías las que poco a poco se hacen con el poder; y ya se tiene, en ciernes, otro tipo de “casta política”.

Todo en el movimiento del 15-M recuerda, puesto al día, al movimiento hippy, con su falsa ingenuidad bien regada de maría. Y recuerda al padre de todo esto, a Rousseau, quien dejó escrito aquello de “el hombre nace bueno pero la sociedad lo hace malo”. Pero luego inventa un contrato social en el que la voluntad general se alza sobre los individuos hasta el punto de a quien no la obedezca “se le obligará a ser libre”.

La democracia real –la que hay- necesita muchos mejoramientos: más control de la acción de los gobernantes; menos tiempo de permanencia en el poder; romper o al menos debilitar la alianza entre el poder político y el poder económico; reforma de la ley electoral, con listas abiertas; financiación no estatal de partidos y sindicatos; real independencia de los poderes del Estado, especialmente del judicial; más frecuencia de referéndums sobre cuestiones cruciales y un largo etcétera.

Quizá en un futuro, cuando la que algunos llaman con tintes casi idolátricos la Red de Redes sea como un instinto inmediato en cualquier nacido, la deseada democracia directa pueda estar al alcance de un click. Pero lo de “ser realistas, pedid lo imposible” del mayo francés del 68 (aunque la frase era mucho más antigua) tuvo como resultado que siguiera De Gaulle, y luego Pompidou y Giscard y Mitterrand y Chirac y Sarkozy. El poder tiene la piel muy dura.

Mientras hay acampados en diversos puntos de España, los principales políticos del partido en el Gobierno luchan a ver quién se hace con el poder. Esta es la democracia “real”. El 15-M equivocó el eslogan inicial, que tendría que haber sido: “Democracia Ideal, Ya!”, pero se ve que ya no tienen ideales ni los idealistas.

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