Las persistentes protestas en Irán a raíz de la muerte de Mahsa Amini dan motivos para creer que es posible el cambio de régimen, aunque la lucha se prevé larga y sangrienta.
A las elecciones legislativas del próximo 15 de mayo concurren nuevos partidos que aspiran a romper la red de corrupción e intereses creados que perpetúa la profunda crisis del país.
Diez años después de la revuelta contra Bashar al Assad, el régimen sigue en pie gracias al adoctrinamiento, la represión, y el temor de la población al Estado Islámico.
El objetivo de echar a Netanyahu ha unido a ocho partidos muy distintos, incluido uno árabe, que mantienen posturas opuestas sobre asuntos clave como los asentamientos.
Los pactos de Bahréin y los Emiratos con Israel son síntoma del cambio geopolítico en la región: para los países árabes, Palestina no es decisiva, y ahora su mayor enemigo es Irán.
Con las elecciones presidenciales y legislativas del 24 de junio se consuma la concentración del poder planeada por el líder islamista, que se considera heredero del sultanato y a la vez de Atatürk.