Cinco años después de las revueltas de la Primavera Árabe, el balance de aquellos sucesos es poco alentador. Unos los vieron como la antesala del caos, otros como un efecto en cascada que recorría el mundo árabe y barría a los regímenes tiránicos, asentados durante décadas en el poder, del mismo modo en que las revoluciones de 1989 habían derribado a los regímenes comunistas del este de Europa. Pero la historia no es solo el relato de los grandes acontecimientos
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