La agitación en torno al matrimonio gay no tiene nada que ver con la libertad y la igualdad, y sí mucho con que algunas élites han descubierto aquí una nueva misión moral.
La propuesta de David Cameron de redefinir el matrimonio en el Reino Unido casa mal con su modelo de la “gran sociedad”, en la que el Estado no interfiere para alterar instituciones básicas de los ciudadanos.
En Francia, por un lado, bajan las bodas y suben los “pacs”. Por otro, la secretaria de Estado para la Familia quiere reforzar la preparación al matrimonio civil.
Al anular la reforma constitucional californiana que solo reconoce el matrimonio entre un hombre y una mujer, un tribunal de apelaciones abre la vía para que se pronuncie el Tribunal Supremo.
Second Chances aboga por ofrecer a las parejas casadas que piden el divorcio el tiempo y los recursos educativos necesarios para lograr la reconciliación.
Aunque en EE.UU. la regulación del matrimonio corresponde a cada estado, Obama ha hecho notables esfuerzos para redefinir el matrimonio en todo el país.
Mientras el aburrimiento gana terreno como causa de divorcio, Angela Neustatter propone una visión realista del matrimonio que implica valorar más los pequeños gestos y aguantar las malas rachas.
En Francia una propuesta de diputados de la mayoría gubernamental propone promover “la familia duradera” y defender el matrimonio entre hombre y mujer.
Pedir a los políticos que se comprometan públicamente a defender la concepción auténtica de matrimonio es la iniciativa lanzada en EE.UU. por la organización The Family Leader, no sin polémica.
El autor se sumerge en la antropología, rastrea la ética, la sociología, la jurisprudencia y la teología, para hacer ver que el amor definitivo y exclusivo encuentra su lugar natural en el matrimonio.