La pobreza tiene una tendencia acumulativa. Un mal barrio suele comportar un mal colegio, y este, un mal trabajo. Pero el círculo vicioso se puede romper.
A pesar del discurso multiculturalista oficial, las aulas y el mercado laboral franceses reproducen una segregación étnica que perjudica especialmente a los chicos.
Varios centros de estudios superiores franceses ofrecen programas para fomentar el paso a la universidad entre los alumnos de secundaria procedentes de ambientes sociales modestos.
Según se observa en Estados Unidos, los chicos de clase modesta no reducen su desventaja escolar al disponer de ordenadores y otros aparatos, porque los usan peor y pierden más el tiempo.
La integración de los hijos de inmigrantes en el sistema escolar y en el mercado de trabajo de los países receptores es una cuestión cada vez más acuciante.