Enrique Murillo, hombre clave en la historia reciente de la edición en España, la cuenta en sus memorias, tituladas Personaje secundario (Trama, 2025). En ellas describe desde dentro, con sus dosis de polémica, las luces y las sombras del sector y las dificultades que tienen los editores actuales –y los de antes– para compaginar lo propiamente literario con las exigencias propias de una empresa comercial.
Murillo empezó a colaborar en la editorial Anagrama en 1978, realizando informes de lectura y después traducciones. Estuvo hasta 1983, cuando salió por discrepancias con el fundador de la editorial, Jorge Herralde. Desde entonces ha ocupado cargos directivos en algunas de las grandes editoriales españolas, aunque también ha hecho de todo.
La trastienda de la edición
“En la edición siempre he sido un personaje secundario”, escribe el autor de estas voluminosas memorias. El subtítulo, “La oscura trastienda de la edición”, resalta una constante del relato: el afán de provocar, denunciando sin componendas algunas “malas” prácticas que al parecer eran habituales en las editoriales más conocidas y de más prestigio, y que Murillo, que conoce como pocos este mundo, saca a relucir con numerosos ejemplos.
															Como escribe en la introducción, “las páginas que siguen, situadas entre las memorias, la historia de cierto capítulo de la novela española y la crónica del mundo editorial desde 1969 hasta casi el final del primer cuarto del siglo XXI”, son también “la crónica personal de un intruso”, alguien que ha desempeñado diferentes puestos en el sector, pero que nunca ha llegado a ser el dueño o el auténtico protagonista. En la redacción de sus memorias, aunque ha consultado numerosos libros y muchos papeles personales, el punto de vista adoptado siempre es muy personal: “Mi relato será siempre el de los hechos tal y como en su momento los viví y desde entonces recordé”. En algunos casos, sus dardos polémicos pueden llegar a ser gratuitos y rebuscados, para quedar bien ante la galería.
Los inicios en Anagrama
Tras estudiar en la Escuela de Periodismo de Pamplona, Murillo comienza a pasar algunos veranos en Londres, donde acaba instalándose y ejerciendo de corresponsal de la BBC y de Europa Press. Ya de nuevo en Barcelona y gracias a su amistad con Félix de Azúa, pasa a trabajar de lector en Seix Barral, donde empieza a descubrir cómo funciona la industria editorial.
Murillo aporta muchas anécdotas y reflexiones sobre el trabajo de editor y las luchas internas que se dan en las grandes editoriales, donde parece que solo cuentan los resultados, las ventas y el poder
En 1978 comienza a realizar informes de lectura y traducciones para Anagrama. Se implica, además, en otras tareas, como la promoción del premio Herralde y el departamento de prensa. Tras abandonar Anagrama, trabajó en la revista El Europeo, fue durante cinco años director editorial de Plaza & Janés, llevó el suplemento de libros de El País, recaló en Planeta (cuando su directora editorial era Ymelda Navajo) y en Alfaguara (a la salida de Juan Cruz). Tras breves experiencias en otras editoriales, medios e iniciativas (puso en marcha un Máster de Edición en la Universidad Autónoma de Barcelona), Murillo se embarcó en la creación de la editorial Libros del Lince, donde, en coincidencia con la crisis económica de 2008 y la aparición del movimiento 15-M, publicó sobre todo libros de no ficción dedicados a la política desde una postura combativa abiertamente de izquierdas.
Una etiqueta que funcionó: la Nueva Narrativa Española
Las memorias abarcan todas estas etapas. Con los dueños o responsables ejecutivos de estos medios y editoriales, las relaciones fueron por lo general tirantes, con constantes desavenencias sobre criterios literarios y de gestión. Además del repaso de su trayectoria, se incluyen muchas anécdotas y reflexiones sobre el trabajo de editor y las luchas internas que se dan en las grandes editoriales, donde parece que solo cuentan los resultados, las ventas y el poder. También habla de aspectos del mundo editorial que conoce muy bien, como la relación con los autores y el trabajo que realizan los que él llama “parias de la edición”: los correctores de pruebas, los traductores, los responsables del marketing y la promoción, los correctores de estilo, etc.
Murillo trata por extenso la evolución del sector editorial español después de la muerte de Franco, cuando grandes sellos como Anagrama y Tusquets apostaron decididamente por la narrativa, en vez del ensayo político. Esto hizo luego surgir la llamada Nueva Narrativa Española, etiqueta de la que Murillo se jacta de ser el creador y su principal promotor por su trabajo en Anagrama. Allí comenzó a publicar traducciones de nuevos narradores europeos, como Martin Amis, Ian McEwan y Kazuo Ishiguro, y estos a su vez influyeron de manera decisiva en jóvenes autores que terminaron revolucionando el panorama literario nacional. Basta recordar los éxitos en esos años de Javier Marías y Álvaro Pombo, símbolos de una nueva manera de hacer novela. Son muy interesantes las páginas en las que Murillo explica sus aportaciones a este nuevo paradigma literario, que supuso una ruptura radical con el costumbrismo y el realismo social, tendencias dominantes en la literatura española de las décadas anteriores.
El papel clave de los editores
De manera detallada cuenta sus tirantes relaciones con Jorge Herralde y su salida de la editorial Anagrama, así como el enfrentamiento que tuvo Herralde con Javier Marías a causa de las liquidaciones, polémica de la que también fue testigo directo. Este asunto le da pie para hablar sobre las distribuidoras, el nuevo papel que asumen los agentes literarios, la obsesión por los best sellers… y, de paso, de su desconfianza hacia las listas de libros más vendidos y hacia la “honradez” de los premios literarios más comerciales.
Estas interesantes y completas memorias, que hacen realidad su subtítulo, están a la altura de otros muchos libros, la mayoría testimonios personales de editores, que han abordado cuestiones parecidas desde sus perspectivas personales (ver recuadro).
A pesar de las malas experiencias, que desmitifican en parte la industria de la edición y arrojan sombras sobre su funcionamiento, Murillo defiende el trabajo del editor. Lo considera imprescindible para que aparezcan libros que susciten interrogantes y respondan a las inquietudes del hombre de hoy (en su caso, siempre en la misma línea ideológica), así como para promocionar autores y obras que vayan más allá del mero entretenimiento y encajen en su idea de lo que debe ser la literatura. Aunque reconoce que los best sellers permiten muchas veces sanear las cuentas y poder seguir publicando otros libros.
Otros libros sobre la industria editorialForman casi un género aparte los libros que hablan sobre el mundo de los libros. En esta selección, destacamos los escritos por editores que han contado en sus memorias su manera de entender el negocio editorial. También mencionamos algunos otros libros sobre editores y agentes españoles o los que hablan de la historia de una determinada editorial. 
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