En la última temporada, de la que se responsabiliza Netflix, se introduce una retahíla de contenidos ideológicos que siguen al dictado la agenda políticamente correcta.
La dura historia real del accidente nuclear de 1986, con su galería de dirigentes inmorales y héroes anónimos, equivale a una potente impugnación del comunismo.
Una serie que trata, en clave de “thriller”, temas de actualidad política como los informadores y la desconfianza entre servicios secretos amigos, el auge de movimientos populistas de derechas o la injerencia de Rusia.
Esta primera producción interactiva de Netflix se caracteriza por una cierta complejidad narrativa, pero también por una estética deudora de los videojuegos.