La unidad

GÉNEROS,

PÚBLICOJóvenes

CLASIFICACIÓNLenguaje soez, Violencia

ESTRENO15/05/2020

EPISODIOS6 capítulos de 50 min.

PLATAFORMAS

El auge actual de las series y miniseries televisivas generará estudios más profundos sobre las diferencias y relaciones entre el lenguaje fílmico y el televisivo. Pero cada vez parece más claro que la calidad, al menos de las miniseries, debe asentarse en una sólida estructura narrativa estrictamente cinematográfica. Es decir, en un entramado con sostenida progresión dramática, que nunca fuerce los puntos de giro, que impulse sin fracturas la trama principal, que mantenga las subtramas en su sitio, que desarrolle suficientemente la personalidad de todos los personajes y que oxigene las convenciones de los géneros con sustanciales pinceladas trágicas, dramáticas o cómicas, a la mayor gloria de la autenticidad y hondura antropológica del conjunto. Todo ello, claro, con una orgánica resolución formal, en la que brillen sin pueriles efectismos las infinitas posibilidades estéticas del séptimo arte.

Pues bien, de casi todas esas cualidades goza La unidad, nueva miniserie de Movistar+. Ha sido creada por Dani de la Torre y Alberto Marini, que en seis capítulos de poco más de 50 minutos cada uno, articulan un trepidante thriller policiaco, en la mejor tradición del género. Con ella se consolida como director De la Torre, que ya había mostrado sus cualidades en El desconocido –ganadora de dos premios Goya 2018– y La sombra de la ley –tres premios Goya 2019–, esta última con un gran despliegue de producción, similar al que ha podido manejar en La unidad, rodada en varios países –España, Francia, Marruecos y Nigeria–, y donde además ha contado con la colaboración de policías reales.

La potencia de este director brilla desde el complejo montaje paralelo a cuatro bandas del antológico primer episodio. En él, la acción más impactante se despliega con creciente tensión, reforzada por la inquietante banda sonora de Manuel Riveiro y la estridente fotografía de Josu Inchaustegui. Y, a la vez, se presentan los variados miembros de una unidad especial de la Policía Nacional de España que, sin pretenderlo, detienen al líder yihadista más buscado del mundo. Las posibles represalias de la célula terrorista que el hijo de ese líder envía a España ocuparán los demás episodios, en los que De la Torre confirma también el alto nivel de su dirección de actores, mientras Alberto Marini y Amèlia Mora desarrollan un sólido guion, en el que los íntimos conflictos de todos los personajes dotan de veracidad, emoción y hondura al tenso juego del ratón y el gato entre terroristas y policías.

En este sentido, es fundamental el magnífico reparto, que integra casi sin desequilibrios –solo flaquea algún secundario– las aportaciones de sus respectivos personajes. Así, el drama e incluso la tragedia, le corresponden a Nathalie Poza. El argentino Michel Noher encarna la perplejidad del héroe en cierto modo despechado. Marián Álvarez se encarga del toque feminista y aventurero, frente a la mesura y el sentido común del veterano Carlos Blanco. Raúl Fernández protagoniza una subtrama de desconcierto afectivo-profesional. Y Luis Zahera oxigena el conjunto con sus chispazos de buen humor y patetismo gallego. Quizás el personaje menos interesante sea el estereotipado político mediocre que interpreta Fele Martínez, por otra parte, desgraciadamente real.

De este modo, a los pasajes de intriga y acción –algunos muy impactantes por su audaz y violento hiperrealismo–, suceden otros de gran introspección dramática y sobre temas muy actuales, como la difícil conciliación trabajo-familia, los daños directos y colaterales de las separaciones matrimoniales, los dilemas éticos que genera la razón de Estado y su tramposa lógica de que el fin justifica los medios, las dificultades del trabajo en equipo, las secuelas psicológicas de no haber podido evitar la muerte de inocentes, la turbia complejidad de las relaciones internacionales y de los servicios secretos de espionaje… Todo ello, planteado además con mesura y casi sin caricaturas ideológicas, también en su tratamiento de la religión, muy crítico con el fundamentalismo islámico, pero equilibrado y hasta elogioso respecto al islamismo moderado y al catolicismo de algunos personajes.

Queda así una miniserie sobresaliente y adictiva, capaz de conmocionar a un público muy amplio, que seguramente tenga continuidad inmediata y que debería convertirse en modelo para la ficción española, tanto televisiva como cinematográfica.

Jerónimo José Martín
@Jerojose2002

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