La proliferación de centros o megacentros de datos para el desarrollo de la IA conspira en algunos casos contra la salud y el bienestar de las poblaciones cercanas.
Según este libro atribuido a un ficticio filósofo chino, actualmente el poder nos manipula no tanto por el engaño, sino haciendo que nos enredemos en una maraña de relatos.
El aumento de casos de psicosis por el uso de “chatbots” está abriendo otro debate en el ámbito de la IA, pero este fenómeno no solo tiene causas tecnológicas, sino también sociales.
Distintos estudios advierten que la IA puede suplantar a los trabajadores noveles, perjudicar el aprendizaje en la escuela y hundir la audiencia de los medios digitales.
El costoso protocolo pseudorreligioso creado por un multimillonario de EE.UU. para prolongar la vida humana (la suya) no resuelve el problema de la falta de trascendencia.
Frente tanto al rechazo como al entusiasmo acríticos, la inteligencia artificial no se nos impone de manera inexorable, ni escapa a todo control ético o político.
A raíz de la polémica por su prohibición parcial en Madrid, rescatamos algunos artículos que pueden ofrecer contexto, profundidad y rigor a la discusión.
Con sensatez y el equilibrio, el autor aboga por un desarrollo de la técnica que sea humanizador, es decir, que parta de los principios del humanismo occidental.
Los más recientes avances tecnológicos en el campo de las neurociencias pueden abrir horizontes muy positivos en materia de salud (aunque también abocar a varios peligros).
Los chatbots de inteligencia artificial carecen de experiencias humanas reales, por lo que conviene no personificarlos ni dar automáticamente por buenas todas sus sugerencias.
Para quienes quieran desarrollar sus propias habilidades, la inteligencia artificial generativa puede ser una aliada; no así para los que delegan en ella el pensamiento.
En “Nexus”, su última obra, el historiador israelí analiza las redes de información y alerta de los peligros de la IA, sin aportar soluciones creativas.
Pocos analistas creen que Alphabet, la empresa matriz de Google, vaya a ser obligada a dividirse. La aceptación social de sus productos y su “insustituibilidad”, claves.
Este interesante “thriller” plantea de forma eficaz, aunque sin respuestas muy profundas u originales, el debate cada vez menos ficticio de si la IA impartiría justicia mejor que los humanos.