Hace poco se desató una polémica cuando una psiquiatra de la Universidad de Columbia escribió: “Mi profesión está secuestrada. Ya no puedo hacer mi trabajo; mis pacientes sufren y yo estoy harta”.
Antes de plantear la regulación del derecho a la objeción de conciencia en materia médica, hay que preguntarse si no existe una “objeción de ciencia” basada en estrictos criterios médicos.
Una ética médica bien fundamentada es la mejor protección de los profesionales contra la injerencia política y burocrática, así como frente a las volubles demandas sociales y frente a cualquier intromisión extraña a la profesión.
Ante el caso de dos jóvenes italianas a las que se negó la píldora del día siguiente, Francesco D’Agostino precisa que el médico no es un mero ejecutor de deseos, sino que tiene libertad científica -antes que de conciencia- para decidir si una prescripción está justificada.
El Centro de Cuidados Laguna, en Madrid, se ocupa de la atención integral de pacientes al final de la vida, incluidos los familiares. Allí rige el principio de que “una enfermedad avanzada no es un fracaso, sino una situación en la que aún se puede hacer mucho”, dice uno del médicos del centro.
La negativa de dos anestesistas a colaborar en la ejecución de una pena de muerte en California ha reabierto el debate sobre la responsabilidad ética de los médicos ante el final de la vida. Brad Knickerbocker analiza en "Christian Science Monitor" esta polémica en relación a la pena de muerte, el suicidio asistido y los interrogatorios a prisioneros (24 febrero 2006).