España permitirá la donación de riñones entre desconocidos

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En España, cuando un enfermo necesita un riñón suele recibirlo de un cadáver. Esto se ha aceptado como algo normal, pero ahora los expertos quieren potenciar la donación entre vivos. El año pasado sólo el 6,2% de los transplantes que se realizaron fueron de este tipo, mientras que la media europea es de un 15%.

Para Rafael Matesanz, presidente de la Organización Nacional de Transplantes, hay tres razones para que España quiera cambiar el actual modelo de donación: primera, porque la esperanza de vida de un riñón transplantado de vivo es de unos 16 años, contra 10 años del extraído de un cadáver; segundo, porque se evita la diálisis; y tercero, porque cada vez hay menos donantes post mortem jóvenes.

Ahora bien, la donación de riñones entre vivos no siempre es fácil. En ocasiones una persona está dispuesta a donar el riñón a un familiar o a un amigo que lo necesita, pero no es posible hacer el transplante porque ambos son incompatibles. Para solucionar este problema, el Ministerio de Sanidad ha aprobado un plan que permite la donación cruzada de riñones entre desconocidos: el donante de una pareja entrega su riñón al receptor de otra que sea compatible, y al revés.

Esta fórmula se utiliza ya con éxito en Estados Unidos, Holanda y Corea del Sur. En España, líder mundial en donación de órganos de cadáver, podría empezar a funcionar en 2009. Para ello se necesita una base de datos donde todos los hospitales inscriban a sus parejas donante-receptor que no sean compatibles entre sí. La puesta en común de esta información permitiría resolver muchos casos que hoy no tienen solución.

¿Se pueden vender riñones?

En un artículo publicado en International Herald Tribune (22-06-2008), Sally Satel y Nadey Hakim se preguntan qué tiene de malo vender riñones. A su juicio, no basta con confiar en el altruismo porque las necesidades son muy grandes (sólo en Occidente hay unos 40.000 enfermos que esperan el transplante); para agilizar las listas de espera, dicen, es necesario incentivar a los donantes con algún premio.

Satel y Hakim se oponen al tráfico comercial de órganos entre particulares, pues esto podría provocar abusos (por ejemplo, un donante podría subastar su riñón al mejor postor y dejar fuera a los más pobres). Sin embargo, proponen que una institución (la administración pública, una asociación caritativa o una aseguradora) se haga cargo de las compensaciones para garantizar el acceso equitativo a los necesitados de trasplante. Si se hace así, concluyen, no hay nada contrario a la ética.

Es cierto que la propuesta de Satel y de Hakim eliminaría algunos riesgos, pero deja pendiente una cuestión de fondo: ¿se puede poner precio a un órgano que va a salvar la vida de otra persona? El hecho de que el precio lo fije una institución independiente y no un particular, ¿altera la valoración ética? Para algunos expertos, la respuesta es negativa.

Así opina Manuel Porras del Corral: “Entendemos que el comercio de órganos es contrario a las más elementales exigencias éticas, en cuanto el ser humano no debe ser considerado como cosa, objeto de precio, sino como fin en sí mismo, y por tanto como alguien dotado de dignidad” (Manual de bioética, Ariel, 2001, p. 342).

Otro problema ético que suscita esta práctica es que el consentimiento del donante puede estar condicionado por su desesperada situación económica. Las personas que viven en condiciones de extrema pobreza podrían vender un órgano con riesgo para su salud con tal de cobrar un premio.

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