A propósito de Llewyn Davis

GÉNEROS

PÚBLICOJóvenes-adultos

CLASIFICACIÓNLenguaje soez, Violencia

ESTRENO01/01/2014


Una versión de esta reseña se publicó en el servicio impreso 96/13

Año 1961. Una semana en la vida del joven cantante folk Llewyn Davis, que trata de abrirse camino en el Greenwich Village neoyorquino, o viaja a Chicago para una prueba con el mítico productor Bud Grossman. Habituado a dormir en sofás de casas ajenas, sin relaciones sentimentales duraderas, experiencias como la muerte de su compañero musical, novias embarazadas y un progenitor senil, conforman una vida triste, y el éxito artístico se hace esperar.

Los hermanos Joel y Ethan Coen siguen dando pruebas de madurez artística y coherencia temática en su cine. Con el tema homérico del viaje del héroe –ya presente en O Brother!, junto al de la música folk– y el del talento artístico que se ahoga –cuestión tratada en Barton Fink–, componen una película coherente y equilibrada, de estructura circular no artificiosa, y fotografía de colores apagados que encaja con la historia, cotidiana y depresiva. Las canciones que salpican la narración son maravillosas, muchas tradicionales –“si son viejas y suenan como nuevas, entonces son folk”–, con letras adecuadas a la situación vital del protagonista.

No buscan los Coen coartadas para Llewyn; simpatizan con él pero no ocultan su egoísmo, incluidas situaciones que son un verdadero puñetazo, no solo las del tipo trajeado en el callejón, sino pasajes como el de la clínica abortista, donde los supuestos “problemas resueltos” asoman con una nueva e inesperada dimensión. Oscar Isaac asume con poderío el papel del “perdedor” Llewyn –¡cuántos perdedores memorables han creado los Coen!–, y canta muy bien. Le secunda un gran reparto.

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