Hector Anchetta/Shutterstock
El Día Internacional de la Mujer Trabajadora –aunque lo de “trabajadora” haya caído de la mayoría de hashtags– se ha convertido en el escaparate en el que desfilan, o tratan de desfilar, todo tipo de causas. Esa supuesta “omnicomprensión” es también una de las razones de que el feminismo sea un movimiento cada vez más dividido.
Cada año, y según y quién se apunte, en las marchas del 8M –además de a favor de la igualdad, que se supone que es el tema– se grita también a favor del aborto, de la regularización de la prostitución, de los derechos de los trans, del cambio climático y del fin del comercio de armas. Lo llaman feminismo inclusivo e interseccional. Hay quien lo defiende y quien lucha contra lo que consideran que es una peligrosa derivada woke que termina borrando a las mujeres.
Porque al final, quien mucho abarca poco aprieta, y las reivindicaciones originales del feminismo –la igualdad de derechos, la conciliación, el fin de la violencia de género y de toda brecha salarial– quedan sepultadas por otras causas en las que no todas las mujeres coinciden. Y esta falta de consenso está llevando a la división del movimiento.
Aunque el caso en España es paradigmático –por compartir Gobierno dos partidos que albergan visiones del feminismo diametralmente opuestas–, la realidad es que el movimiento feminista en el mundo no tiene una única voz. La mayoría de las veces tiene varias y, últimamente, estas voces más que dialogar, se gritan. En España… y también en México. “En el país hay una discusión frontal y bastante cruenta de los diferentes feminismos –señala Aurora Espina, coordinadora de Estudios Políticos de la Fundación Rafael Preciado Hernández, A.C. y autora de varios libros sobre feminismo–. Cuestiones como los vientres de alquiler, el trabajo sexual o la inclusión en el feminismo de las mujeres trans son algunas de las más conflictivas”. Para Espina, el crecimiento de la participación en las marchas o la inclusión de mujeres muy jóvenes en el asociacionismo feminista son signos de la fuerza del movimiento, aunque al mismo tiempo lamenta que esa fuerza no se materialice en compromisos estables o mejoras reales para las mujeres.
También es significativo el caso de Argentina. Al igual que el crimen de “La Manada” impulsó el movimiento feminista en España, en el año 2015, el asesinato de una adolescente argentina embarazada, Chiara Páez, por parte de su novio desató una protesta que, con el grito de #Niunamenos, consiguió aglutinar a toda la sociedad argentina y se extendió por América Latina. El feminismo se unió con el claro objetivo de denunciar y acabar con los feminicidios. Sin embargo, dos años después, la cara más visible de este movimiento, Verónica Camargo, madre de Chiara, se alejaba del movimiento. ¿La razón? Desde 2016 el movimiento #Niunamenos adoptó como uno de sus lemas la defensa del aborto libre. Una causa con la que Camargo no podía comulgar por coherencia. “A Chiara la asesinaron por no querer abortar. Y además de a Chiara, mataron al bebé. Las chicas sufren violencia y presión de los hombres que no quieren hacerse cargo. Ese fue el caso de Chiara y su bebé”, señaló Camargo que, por su defensa de las dos vidas en el debate sobre el aborto, ha quedado absolutamente desplazada del movimiento feminista argentino.
El movimiento feminista en América Latina está más cohesionado que en España en torno a la urgencia de acabar con la violencia contra la mujer
En Perú, la cuestión del aborto divide también al feminismo. Hay grupos que, frente a la defensa del aborto, hablan de la necesidad de una educación sexual que evite los embarazos no deseados. En este país, además, hay una corriente bastante crítica con un feminismo que consideran europeizado y que no tiene en cuenta la idiosincrasia propia de las mujeres peruanas.
Contra la violencia
A pesar de estas diferencias, y exceptuando quizás el caso de México, el movimiento feminista en América Latina está más cohesionado que en España. Acabar con la violencia contra la mujer es una causa urgente que une no solo al movimiento sino a toda la sociedad latinoamericana. Es el caso de Guatemala, donde el país desfila en el 8M con un único lema –Vivas nos queremos– y con el objetivo de acabar con unos datos de feminicidios dantescos. Algo similar ocurre en Cuba y en Perú, con unos índices altos de violencia de género.
También es el caso de Uruguay. Aunque, por el tamaño del país, las cifras son mucho menores, la sociedad está muy sensibilizada y reacciona cuando saltan estos sucesos a la opinión pública. En este país, a pesar de contar con una ley trans similar a la de España (con la importante salvedad de no afectar a los menores), el feminismo no ha hecho una bandera de la diversidad. La división del feminismo en Uruguay tiene más que ver con el prisma político. Hay quienes defienden que el feminismo solo puede ser de izquierdas mientras que muchas mujeres sostienen que es posible defender la igualdad desde un ángulo político más liberal.
En Colombia, el movimiento feminista se aglutina en torno a tres causas: el fin de la violencia de género, la legalización total del aborto y acabar con el techo de cristal, a través de la igualdad de oportunidades políticas y laborales. El feminismo presente en los medios y en las redes se manifiesta, con frecuencia, con una violencia que hace que muchas mujeres se alejen de las propuestas del movimiento. Por otra parte, un hecho clave para el feminismo colombiano es el nombramiento de Francia Márquez como vicepresidenta; es la primera mujer negra y de origen humilde que llega a este cargo, con un perfil feminista y activista muy fuerte.
Por último, hay que señalar la situación del feminismo en Brasil, que ha desfilado este año con el apoyo incondicional de Lula, que animó al país a salir a la calle para defender la igualdad y acabar con las políticas machistas. Además de ser una forma de agradecer al electorado femenino su apoyo en las últimas elecciones, se entiende que Lula lidere las marchas: a pesar de que el país presume de una legislación igualitaria, la realidad es que la violencia en Brasil no remite. Según un informe de Datafolha, en el año 2022 crecieron todas las formas de violencia contra la mujer.
“El feminismo tiene una habitación propia y no puede albergar invitados y menos sin nuestro permiso” (Laura Redondo)
En definitiva, a pesar de algunos avances legislativos, la lucha contra la violencia en América Latina sigue siendo una asignatura pendiente.
¿Puede el feminismo ser omnicomprensivo?
En los casos de división del feminismo, la cuestión que se acaba debatiendo es, en primer lugar, si este movimiento tiene que albergar en su seno otras causas y, en segundo lugar, si existen visiones compatibles con el feminismo llamado hegemónico.
En cuanto a la unión de causas, mientras que algunos defienden como esencial para el feminismo actual la inclusión del movimiento queer, para otros esta inclusión está llevando al borrado de las mujeres. “La igualdad no puede mezclarse con la diversidad –sentencia Laura Redondo, psicóloga y experta en feminismo–: no podemos perder la esencia del feminismo, que es una lucha que tiene en el centro a la mujer. El feminismo tiene una habitación propia y no puede albergar invitados y menos sin nuestro permiso. Cuando hayamos resuelto la desigualdad y el problema de la opresión de las mujeres, a lo mejor podemos apoyar otras causas”. Redondo explica que la inclusión del movimiento queer en el seno del feminismo es en el fondo un intento de desmantelar el feminismo desde dentro.
Aurora Espina, por su parte, le ve algunas ventajas a este sentido omnicomprensivo del feminismo actual, analizándolo no tanto desde el debate con el movimiento queer sino desde la necesidad de albergar diferentes visiones. “Es cierto que la variedad del feminismo puede hacer que se pierda el hilo, señala, pero el feminismo tiene que ser inclusivo si quiere representar a todas las mujeres y, por eso, habría que explorar qué ofertas y propuestas hay frente a los discursos hegemónicos del feminismo actual. En ese sentido, hay un feminismo de corte más personalista y con una perspectiva integral que merecería la pena explorar”.
En el fondo, estas dos visiones no se excluyen; se trataría de centrar el debate en la igualdad entre hombres y mujeres, en la aspiración a una violencia cero y, al mismo tiempo, permitir una discusión serena y no polarizada para integrar en el feminismo a todas aquellas mujeres que luchan por la igualdad sin necesidad de comulgar con todo el resto de las agendas políticas e ideológicas.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta
Reportaje elaborado con informaciones de: César Flores Córdova, Carmen Camey, Miguel Pastorino, Alicia Peñaranda, Clara Fontán y Alejandro G. Motta Nicolicchia.