Upright

GÉNEROS,

PÚBLICOJóvenes-adultos

CLASIFICACIÓNLenguaje soez, Sexo

ESTRENO07/09/2020

EPISODIOS8 capítulos de 30 min.

El humanismo cristiano, entendido en sentido amplio, suele enfrentarse con un problema recurrente en el arte y la cultura contemporáneas: ¿cómo transmitir su mensaje sin caer en la homilía?

Es una tarea muy difícil por dos razones, principalmente. La primera es que reivindicar asuntos como la esperanza y el perdón requieren de mucha pericia dramática para resultar convincentes y emocionantes sin despeñarse por el sermón o el maniqueísmo. Esto último parece que se acepta mejor –al menos, por los críticos– en obras “comprometidas” con la denuncia social o política, pero no así en relatos luminosos o conservadores.

La segunda razón es, precisamente, lo amplio e inclusivo de la etiqueta “humanismo cristiano”, hasta el punto de que podrían considerarse términos redundantes. De hecho, no hace falta recurrir a Tomás Moro, Jacques Maritain o la doctrina social de la Iglesia para encontrar universalidad en principios como la dignidad humana, la libertad personal, la aspiración al bien común o la posibilidad de salvación.

Esta introducción es relevante para ubicar Upright, una deliciosa serie australiana que en España emite Sundance TV (disponible en varios operadores). Es una historia que dista mucho de ubicarse en un terreno religioso y, sin embargo, su fortaleza dramática nace de un concepto tan relevante para el cristianismo como la redención.

Una extraña pareja

Upright narra la odisea de una extraña pareja. Por un lado, Lucky (el polémico músico, actor y guionista Tim Minchin) es un cuarentón con problemas de ansiedad que ha de cruzar el continente australiano –de Sydney a Perth: 4.000 kilómetros– para darle un último adiós a su madre, enferma de cáncer. Ha de hacerlo por carretera porque se ha empeñado en transportar su piano, como si se tratara de una cruz que ha de soportar para expiar faltas pasadas. Tras un accidente, a Lucky le surge un engorroso copiloto: Meg, una adolescente decidida y vacilona que se ha escapado de casa (espectacular la actuación de la jovencísima Milly Alcock). Durante el trayecto, ambos personajes van desvelando la magnitud de sus dramas personales, sus heridas sin cicatrizar y los sueños que imaginan si las cosas hubieran ocurrido de otra manera.

La dinámica entre los dos protagonistas es el corazón de Upright, el que bombea autenticidad y emoción. Como ocurre en cualquier road-movie, se produce un proceso de acoplamiento entre ambos: Lucky saldrá de sí mismo y adquirirá coraje para enfrentarse a la vida y a la muerte, mientras que la resabiada Meg recuperará la frescura de la niñez que su desdichada peripecia familiar le ha ido robando.

Durante sus ocho episodios –que se devoran con entusiasmo–, Upright va exhibiendo ocurrencias narrativas que rozan la comedia absurda, el drama familiar, el relato de supervivencia e, incluso, la persecución callejera. Todo ello regado con un aroma local muy especiado y entrañable, el del paisaje y el paisanaje australianos, con su mortífera fauna salvaje, sus campings multitudinarios, su melting-pot, sus distancias kilométricas, sus horizontes majestuosos y una bonhomía bañada en rugby y cerveza.

Voluntad de perdón

Siguiendo una metáfora visual recurrente en cada capítulo, la serie nos cuenta cómo dos personajes han de enderezar sus existencias. Dos seres a la deriva que, una vez juntos, han demostrado emerger como una mano en medio de un naufragio para el otro. Pero, para poder llegar a buen puerto, la narrativa ha de ir capeando tempestades, de modo que la voluntad de perdón y aceptación triunfe finalmente. Ahí es donde el relato exhibe su única esquirla, en una subtrama que va descubriendo el “pecado original” de Lucky. El exceso de flashbacks no solo lastra un pelín la eficacia narrativa en una dramedia tan rítmica, sino que añade una solemnidad al pasado de sexo, drogas y Rock & Roll que desentona con el desparpajo de la trama del presente. No es necesario mostrarnos una borrachera lamentable ni una sorprendente escena de cama para que la audiencia rellene la línea de puntos del mezquino pasado de Lucky.

La RAE define redimir como “poner término a algún vejamen, dolor, penuria u otra adversidad o molestia”. Ese es, en esencia, el viaje que nos regala Upright, sin necesidad de prédica. Una historia luminosa y humanista donde los personajes han de madurar asumiendo las consecuencias de sus actos, haciendo las paces con su pasado y escuchando, con esperanza, la melodía alegre del futuro.

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