Un don excepcional cuenta la historia de Frank y su sobrina Mary, a la que él adoptó recién nacida. La pequeña es una niña prodigio, especialmente para las matemáticas, pero Frank se esfuerza en que no destaque y tenga una infancia normal con niños de su edad. Como a pesar de todo, el talento de Mary llama la atención, su abuela decide que lo mejor es potenciar sus habilidades y separarla de su tío.
La cinta plantea la cuestión de cómo educar a un niño prodigio. La historia es, básicamente, un drama familiar con una buena dosis de humor y mucho corazón.
Dirige la película Mark Webb, director que pasó de realizar videoclips musicales a rodar (500) días juntos, obra que sorprendió y le llevó a dirigir las dos últimas entregas de Spider-Man. En esta ocasión, vuelve a mostrar gran facilidad para acercarse a la gente y empatizar con ellos y sus problemas. Webb juega con el espectador, le implica en la historia, le hace juez de las conductas –evitando el maniqueísmo– y luego revela información que le hace rectificar el juicio. Ese juego es una de las bases sobre las que reposa la película; la otra es la simpatía que despierta la relación entre Frank y Mary. En definitiva, una película menos tópica y lacrimógena, y más sólida, de lo que parece a primera vista.
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