“Te crees una fracasada; sin embargo, has conseguido realizar tu mayor sueño”, dice en un determinado momento la canguro Tully a Marlo, una mujer de mediana edad, profesional y madre de tres hijos pequeños. Si con los dos primeros ya le era difícil conciliar trabajo y familia –también porque su marido Drew no ayuda demasiado en las labores domésticas–, cuando llega el tercero, las cosas se complican bastante más. Por supuesto que tanto Marlo como Drew están superfelices con el benjamín; pero tras unas semanas de déficit crónico de sueño, ella no ve ya todo de color de rosa. Marlo accede así a la propuesta de su hermano Craig: contratar a una canguro llamada Tully para que cuide del bebé por las noches. Por fin, la madre puede dormir bien.

En Tully ha trabajado el mismo equipo –la guionista Diablo Cody y el director Jason Reitman– que hace diez años produjo la sorprendente Juno, una desenfadada comedia políticamente incorrecta sobre el embarazo de una adolescente. Aquí repiten con el mismo tono desenvuelto, en ocasiones gamberro, para tratar un tema serio: la maternidad en una sociedad que plantea exigencias especialmente elevadas a las madres.

Al respecto, dice la guionista: “Marlo trabaja en el departamento de recursos humanos de una empresa; no es su profesión soñada, pero la familia necesita ese sueldo. Además tiene que preparar muffins para la escuela de sus hijos, si no quiere ser considerada como una mala madre”. La presión que ejerce el ambiente está presente en la película, pero como una especie de telón de fondo. Algo similar puede decirse de los personajes masculinos: como ya sucedía en Juno, estos son meros secundarios, pues Tully se centra principalmente en la relación entre las dos mujeres.

Charlize Theron, que –como ya es habitual– también es productora de la película, no solo demuestra una vez más su capacidad para cambiar de aspecto físico –para el papel de Marlo tuvo que engordar bastantes kilos–, sino sobre todo su versatilidad, su variedad de registros para expresar emociones. Por su parte, Mackenzie Davis introduce un aire juvenil y un desenfado propio de su edad: Tully dice tener 26 años pero aparenta menos. Además, con gran verosimilitud muestra cómo, poco a poco, va rompiendo la inicial desconfianza de Marlo para acabar inyectándole una buena dosis de segunda juventud. La credibilidad con que las dos actrices plasman esa amistad al margen de las diferencias de edad es uno de los aspectos más destacados de Tully.

La nueva película de Cody y Reitman proporciona una visión sin paliativos, e incluso bastante descarnada, sobre la maternidad en el siglo XXI: el “gran sueño” de muchas mujeres pasa factura con sus efectos colaterales indeseados. Sin embargo, predomina la felicidad que proporciona ser madre.

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