Secuela tardía de la ochentera película Top Gun: Ídolos del aire, de nuevo con Jerry Bruckheimer como productor, aunque la cinta solo ha sido posible por el empeño personal de Tom Cruise, lo más parecido que hay en la actualidad a una estrella a la antigua usanza. En vez de caer en la parafernalia habitual de los efectos visuales digitales, se ha rodado con aviones de verdad, y Cruise se ha involucrado en las escenas de riesgo, con resultados muy espectaculares.
Se juega además la carta de la nostalgia, en la línea de las sagas de Star Wars y
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