The Boxer

Director: Jim Sheridan. Guión: Jim Sheridan y Terry George. Intérpretes: Daniel Day-Lewis, Emily Watson, Brian Cox, Ken Stott, Gerard McSorley. 113 min. Jóvenes-adultos.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Película a película, el irlandés Jim Sheridan (Mi pie izquierdo, El prado, En el nombre del padre) se va consolidando como uno de los mejores directores y guionistas actuales. En The Boxer adapta una novela que escribió en los años 80, Leave the Fight to Barry McGuigan, inspirada a su vez en la historia real de un boxeador irlandés. En ella aboga, esta vez muy nítidamente, por el cese definitivo de la violencia en Irlanda del Norte.

Danny (Daniel Day-Lewis), un ex-boxeador católico que ha pasado 14 años en prisión por pertenencia al IRA, sale de ella dispuesto a abandonar la violencia y a recuperar el amor de su antigua novia, Maggie (Emily Watson). Esta es hija de un dirigente moderado del IRA, está casada con un militante de la organización ahora en prisión y tiene un hijo adolescente involucrado ya en la lucha armada. Nada más volver a Belfast, Danny reabre con su antiguo entrenador un club de boxeo abierto a católicos y protestantes, y vuelve a salir con Maggie, que se casó por compromiso y sigue amándole. El padre de ella, sumergido en delicadas negociaciones, les deja hacer. Pero el sector duro del IRA ve con malos ojos las iniciativas de Danny, que ponen en peligro sus campañas de intoxicación social. A esto se añade la perplejidad del hijo de Maggie.

Nada cabe reprochar al tratamiento, ponderado y nada demagógico, que el guión da a la trama político-social. Jim Sheridan y Terry George no ocultan que la situación en Irlanda del Norte es de pesadilla, pero saben encontrar un luminoso resquicio para la esperanza. Donde el guión hace agua es en el retrato del romance entre Danny y Maggie. Para facilitarse las cosas, Sheridan y George se olvidan en la cárcel al marido de Maggie y perfilan al padre de ésta con una excesiva capacidad de comprensión. Con estas trampas, rebajan las fuertes aristas dramáticas del adulterio, más en un ambiente fuertemente católico como el que describen. De este modo, se debilitan los personajes de Maggie y de su hijo, cuyas motivaciones resultan artificiosas y poco verosímiles.

Estos defectos afectan a algunas facetas de las interpretaciones, aunque todas ellas, y sobre todo la de Daniel Day-Lewis, son de altísima calidad. En el aspecto formal, Sheridan redondea el conjunto desplegando con maestría los recursos típicos de su estilo: constantes acciones paralelas y efectos de montaje; una rica planificación que aúna los momentos intimistas con los pasajes discursivos, épicos o espectaculares; meticuloso desarrollo visual de los personajes; eficaz integración en las imágenes de la magnífica fotografía realista de Chris Menges -el oscarizado fotógrafo de Los gritos del silencio y La misión- y de la vibrante partitura de Gavin Friday y Maurice Seezer…

Por todo esto, y a pesar de los citados defectos argumentales y de una quizá excesiva -aunque comprensible- contención visual, la trama se sigue con pasión creciente hasta su sorprendente desenlance.

Jerónimo José Martín

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