Un joven director de cine y un curtido productor se disponen a rodar una película en Bolivia cuando estalla la Guerra del Agua, un conflicto que enfrentó en enero de 2000 a los campesinos de Cochabamba con el ejército.
Sobre el papel, También la lluvia es un proyecto que podría sonar a irrealizable, por exceso de ambición. Hace falta valentía para lanzarse a rodar una superproducción que, como una muñeca rusa, contiene tres películas: un interesante film de revisión histórica, una sugerente reflexión metacinematográfica y un emotivo drama humano de personajes.
El primer premio hay que darlo al sólido guión de Paul Laverty, guionista habitual de Ken Loach y marido de Icíar Bollaín. Su trabajo roza la perfección, y lo que podría haber sido una acumulación de ideas, tramas y personajes se desarrolla en escena con la precisión de un reloj suizo. Hay frescura, naturalidad, vida, las historias se cruzan y descruzan, la ficción y la realidad se confunden… Pero hay también líneas de diálogo ejemplares, reflexiones profundas, críticas afiladas y realismo, sin llegar nunca a caer en un planteamiento maniqueo que sobrevuela amenazadoramente la película. Hubiera sido fácil hacer una cinta de buenos y malos: de indios buenos y europeos malos, o al revés; de cineastas liberales y curas explotadores, o al contrario. Hubiera sido muy fácil, pero entonces no estaríamos ante una película tan notable que ya en su cartel (“Hay algunos que quieren cambiar el mundo. Pocos quieren cambiarse a sí mismos”) indica que para hablar de la Historia, de la pobreza, de la marginación, del choque cultural o de la conquista no se puede ser simplista. La realidad es más compleja, pero también mucho más atractiva y, como demuestra Icíar Bollaín, mucho más dramática y cinematográfica.
Los actores están sensacionales con unos personajes a los que el guión deja crecer y evolucionar. Tosar borda su papel de veterano productor por encima del bien y del mal. Karra Ejealde da un recital como actor que interpreta a Colón y Gael García Bernal cumple de sobra como joven director lleno de idealismo y poco más.
La carrera de Icíar Bollaín es una de las más ejemplares del cine español. Cada película que rueda es mejor que la anterior. Con esta aspira al Oscar.