Estamos en un barrio residencial de lujo en Texas, donde todo el mundo y todas las cosas son propiedad de la empresa del malvado Carbon Black. Toby no tiene amigos, y cada día en el instituto es atormentado por los perversos hijos de Black. Pero un día, por casualidad, cae en sus manos una piedra de colores…

Robert Rodríguez, autor de la trilogía Spy Kids, vuelve a la carga con una aventura de niños y para niños. El realizador tejano de 41 años parece decir que hay que tener cuidado con lo que se desea. Habla Rodríguez de familia, comunicación, ambición y amigos. Vuelve a hacer de hombre orquesta: guionista, productor, cámara, montador, músico, y… vuelve a meter a la mayoría de su familia en el proyecto.

El resultado es una delirante y, a ratos, confusa explosión de imágenes, sonidos e ideas que vuelan a toda velocidad por la pantalla. Además, la narración no es lineal, y a veces el orden de los cortos que integran la cinta es aleatorio. Es cien por cien Rodríguez, cargado de valores, barroco, deliberadamente imperfecto, con golpes de humor absurdo, con toques de genialidad, y muy divertido.

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