Negociador

TÍTULO ORIGINAL The Negotiator

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: F. Gary Gray. Guión: James DeMonaco y Kevin Fox. Intérpretes: Samuel L. Jackson, Kevin Spacey, J.T. Walsh, David Morse. 138 min. Jóvenes.

Danny Roman es negociador de la policía de Chicago en casos de secuestro. Excelente profesional pero amante de asumir riesgos, a algunos compañeros no les agrada tal actitud en un trabajo en que se hallan en juego vidas humanas. Esto sale a la superficie cuando Roman es incriminado por el asesinato de un policía amigo. Todas las pruebas apuntan hacia él, y su equipo le deja en la estacada. De modo que Roman, desesperado, toma varios rehenes en un edificio federal, para tratar de demostrar su inocencia y descubrir al traidor. El único de quien se fía es Chris Sabian, negociador de otra comisaría, al que sólo conoce por su prestigio y por ser partidario de la violencia sólo como último recurso.

Podía ser una película de acción más. Sin embargo, F. Gary Gray ha logrado un thriller apasionante, donde se evitan los lugares comunes. El secreto: un buen guión, con personajes bien perfilados y una buena dosificación de enfrentamientos dialécticos, sorpresas y acción. Además, los dos excelentes protagonistas, Samuel L. Jackson y Kevin Spacey, ambos amigos y procedentes del teatro, aportan algunos rasgos de ellos mismos a sus personajes. Así, a lo largo de la negociación, su miedo, indignación, ironía, creciente confianza resultan creíbles; y del choque entre sus diferentes caracteres saltan chispas de buen hacer interpretativo. Los secundarios, menos conocidos, están perfectos. Es de justicia destacar al fallecido J.T. Walsh, en el difícil papel de ambiguo policía de asuntos internos.

Con una fotografía casi siempre nocturna, la realización de F. Gary Gray mantiene una tensión y una atmósfera claustrofóbica durante casi todo el relato, dando sólo los respiros imprescindibles. Se muestra muy efectivo en la resolución, que podía esperarse de gran espectacularidad. En cambio, opta por un duelo entre tres personajes en el interior de una casa solitaria, resuelto con sobriedad y eficacia, y en el que no falta, una vez más, la sorpresa.

José María Aresté

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