Las confesiones del Dr. Sachs

TÍTULO ORIGINAL La maladie de Sachs

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: Michel Deville. Guión: Rosalinde y Michel Deville. Intérpretes: Albert Dupontel, Valérie Dréville, Dominique Reymond, Martine Sarcey, François Clavier. 107 min. Adultos.

En un pueblo de la campiña francesa, el doctor Sachs atiende las necesidades de sus pacientes con una dedicación encomiable. No es alguien que despacha a la gente de cualquier manera. Él escucha, comparte el dolor de la gente, sufre; sobre todo cuando es consciente de que a esa persona que le habla le queda poco tiempo de vida.

Pero cuando uno conoce demasiado a fondo el dolor ajeno, puede convertirlo en propio. Y ese dolor se convierte en desesperanza, que levanta dudas acerca de si realmente vale la pena llevar una vida de ese tipo. Es la enfermedad de Sachs, señalada en el título original francés. Una enfermedad que permite incoherencias a las que no se entra a fondo en la película, como la de que el protagonista aconseje fríamente la contracepción o practique abortos, movido por una compasión mal entendida: «Si no lo hago yo, lo harán otros y mal». De todos modos, no estamos ante el inmoral médico de Las normas de la casa de la sidra; y se entiende mejor al doctor Sachs y su angustia vital, que le conduce al error.

El septuagenario Michel Deville firma una película interesantísima, un canto a la dedicación sin reservas propia de la profesión médica. De arquitectura bien trabada, sabe jugar con la presencia de distintos pacientes (pequeñas y deliciosas historias), para dar una visión amplia de los problemas a los que se enfrenta un médico rural. Esas voces, a veces en off, donde los pacientes se confiesan ante su médico (fantástico y sobrio Albert Dupontel), son un prodigio de sensibilidad, bucean con acierto en el dolor que siempre va parejo a la condición humana. Por otro lado, la relación sentimental que entabla el doctor, que podía caer en el tópico, está bien insertada en el relato, ayuda a avanzar en el itinerario del protagonista. Por estos motivos, que enriquecen una historia tan humana, pesan, por contraste, la condescendencia con que se trata cuestiones tan serias como la contracepción o el aborto, y también la ausencia de un horizonte trascendente que ayude a sobrellevar las situaciones dolorosas.

José María Aresté

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