La vida de Pi

La vida de Pi

GÉNEROS, ,

PÚBLICOJóvenes

CLASIFICACIÓNViolencia

ESTRENO30/11/2012

(Actualizado el 25-02-2013)

Después de que lo intentaran sin éxito otros directores, el taiwanés Ang Lee (Comer, beber, amar, Sentido y sensibilidad) ha llevado al cine Vida de Pi, original novela del canadiense Yann Martel, ganadora del Booker Prize de 2002 y de la que se han vendido más de siete millones de ejemplares en todo el mundo (ver Aceprensa, 11-06-2003). Aunque Lee simplifica el rico fondo religioso y filosófico del libro, logra una película fascinante, con momentos de gran belleza.

Pi Patel es un adolescente vitalista, que hacia 1970 vive en Pondincherry (sur de la India), donde su familia regenta un zoo. El padre de Pi es agnóstico, la madre es hindú y el chaval, fascinado por Dios y las religiones, acaba practicando el catolicismo, el hinduismo y el islamismo.

Un día, la familia emigra a Canadá, llevándose consigo sus animales más exóticos en un inmenso barco mercante japonés. Pero el navío naufraga y solo quedan en un bote salvavidas Pi y cuatro animales. Sus conocimientos zoológicos permiten a Pi sobrevivir de mala manera. Perdido en el Océano Pacífico, casi sin comida ni agua, Pi establece con un tigre de bengala una singular relación, que le permite mantener la esperanza de que Dios hará un milagro y los salvará.

Ya por la deslumbrante puesta en escena de Ang Lee, premiado por esta película con el Oscar al mejor director, la sensacional interpretación del joven no actor indio Suraj Sharma, el abigarrado retrato costumbrista y espiritual inicial, el naufragio y la excelente animación digital de los animales, La vida de Pi merece un lugar de honor en el cine contemporáneo. Además, la película plantea una profunda reflexión sobre Dios, la religión y la fe, con especial atención a la providencia divina y el sentido del sufrimiento.

En efecto, pese a un cierto sincretismo y al inquietante desenlace abierto de la historia, Yann Martel –que se declara católico practicante– defiende en ella la racionalidad de la fe cristiana. “La ciencia y la religión no tienen por qué chocar –ha señalado–; las veo más como complementarias que como contradictorias”. Y, desde ese cimiento, indaga en la grandeza y la miseria de la naturaleza humana herida por el pecado, pero sanada por la gracia, en la presencia de Dios en el mundo y en la necesidad de la fe para no caer en la desesperación nihilista.

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