La peligrosa vida de los Altar Boys

TÍTULO ORIGINAL The Dangerous Lives of Altar Boys

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: Peter Care. Guión: Jeff Stockwell y Michael Petroni. Intérpretes: Kieran Culkin, Jena Malone, Emile Hirsch, Vincent D’Onofrio, Jodie Foster. 106 min. Adultos.

En los años setenta, en algún lugar de los Estados Unidos, en una escuela parroquial cualquiera (pero católica), una promoción más de chicos y chicas de 14 y 15 años cuenta entre sus elementos con adolescentes brillantes y rebeldes. La película de Peter Care se centra en dos de ellos, Francis Doyle (Emile Hirsch) y Tim Sullivan (Kieran Culkin). Tim es despierto e inquieto, lee mucho y desprecia la pasividad y la vulgaridad. Además, no para de inventar planes ingeniosos para combatir el aburrimiento y fastidiar a la Hermana Assumpta (Jodie Foster), la severa directora del colegio. Francis es un gran dibujante. Con sus amigos Joey y Wade han concebido un cómic -The Atomic Trinity- en el que, imitando las creaciones de la Marvel, unos super-héroes a imagen de ellos mismos combaten a la terrible Nunzilla, hechura de la Hermana Assumpta.

A lo largo del curso, los chicos roban la estatua de Santa Ágata -que se encuentra en un nicho a la entrada de la escuela- y se reúnen en secreto para hablar de chicas, fumar, beber alcohol… Tim planea introducir un puma en la habitación de la hermana Assumpta. Francis se enamora de su compañera Margie (Jena Malone), que le corresponde y le confía un terrible secreto. Y el cómic de las aventuras de los ahora cinco héroes contra Nunzilla sigue creciendo. La película tiene la atrevida estrategia de mostrar las aventuras del cómic en unas magníficas secuencias animadas, dirigidas por Todd McFarlane, que tienen tanta energía y fuerza visual que la vuelta a la realidad se hace difícil en ocasiones.

Las películas sobre la adolescencia son siempre complejas. Si se basan en una novela -aquí, una de Chris Fuhrman-, suelen serlo más aún. Y si pretenden retratar una institución católica, su visión suele ser turbia. Esta película contiene todos esos ingredientes: se trata de una cinta nada despreciable que traza un buen retrato de unos jóvenes interesados por el sexo, por despreciar la autoridad, por experimentar cosas prohibidas, por afirmar sus egos -muy inmaduros todavía-, y sobre todo por disfrutar de su amistad.

Hay grandes momentos en esta película cuando los cuatro amigos juegan en el cercano bosque. Pero hay muchos otros en los que la historia pierde el sentido de la proporción y lleva las cosas demasiado lejos. ¿Por qué hay tal ensañamiento con la pobre monja? No lo sabemos. La película da a entender que es una mujer severa pero bien intencionada, que se preocupa por sus alumnos. Otro tanto se podría decir del padre Francis. Por su parte, el secreto de familia que Margie comparte con su joven galán es excesivo, una auténtica losa sobre el ánimo de los protagonistas y del espectador, y más cuando los chicos apenas han intercambiado sus primeros besos (a pesar del descarado magreo que muestra la cámara en un par de ocasiones). También sorprende, y es reveladora de la (falta de) orientación de esta historia, la fascinación de estos chicos por los poemas de William Blake.

En fin, con todas sus cualidades, esta película se sitúa más cerca de productos de corte nihilista, como Las vírgenes suicidas, que de una historia nostálgica de adolescentes, como Cuenta conmigo.

Fernando Gil-Delgado

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