Sierra de Córdoba, 1939, al final de la Guerra Civil. Mientras cuida a una mula blanca que se ha encontrado, un sencillo cabo acemilero del ejército nacional intenta conquistar a una chica que regenta un hotel de pueblo. Para lograrlo, se hace pasar por un hacendado con la ayuda de un amigo suyo, al que presenta como su criado.
Rodada en 2009, esta accidentada adaptación de la novela de Eslava Galán –inspirada en la historia real de su propio padre– podría haber sido una buena película, pues cuenta con un atractivo tono esperpéntico, cercano al de La vaquilla, de Luis García Berlanga. De hecho, ofrece unas cuantas secuencias divertidas y una buena interpretación de Mario Casas.
Pero La mula resulta fallida por su enfoque de la Guerra Civil, más convencional y parcial de lo que sus autores han asegurado. En realidad, la película ofrece más de lo mismo: una apolillada invocación a la lucha de clases como causa principal de la Guerra Civil y una idílica visión del bando republicano, aunque suavizada al presentar con cierta humanidad a varios personajes del otro lado.
A esto se añaden las secuelas formales que ha dejado en la película el desencuentro entre la productora española Gheko Films y el cineasta británico Michael Radford (El cartero (y Pablo Neruda), Un plan brillante), coautor del guion y responsable de casi todo el rodaje, pero que no ha participado en el montaje final y ha retirado su nombre de los créditos. Radford no habría arreglado la deformada perspectiva de la película –ya presente en la novela original–; pero, al menos, habría mejorado la puesta en escena y el montaje, ahora sin personalidad.
