Justino, un asesino de la tercera edad

Directores: La Cuadrilla (Luis Guridi y Santiago Aguilar). Intérpretes: Saturnino García, Carlos Lucas, Alicia Hermida.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Esta película, que firman Luis Guridi y Santiago Aguilar -integrantes de La Cuadrilla-, ha sido muy aplaudida, sobre todo por la crítica. Sorprendió en el Festival de Sitges, donde ganó el premio al mejor film; más tarde, obtuvo los premios Goya a la mejor dirección novel y al mejor actor revelación. La Cuadrilla demuestra en este film que, en cine, bajo presupuesto y relatos de interés no tienen por qué estar reñidos; y que es lícito en los años 90 recordar películas que son ya clásicos del cine español: El cochecito, El verdugo, Atraco a las tres, Mi tío Jacinto…

El punto de partida es sencillo. Justino (Saturnino García) es un puntillero que se ve obligado a jubilarse. Los toros y sus castizos amigos son su vida. Pero aquello ha terminado. Ahora tiene todo el tiempo del mundo para aburrirse, para sufrir las recriminaciones de sus hijos… Su único refugio es el bar El Rejonazo, donde se reúne con Sansoncito (Carlos Lucas), su mejor amigo, con el que planea un utópico viaje a Benidorm. Justino pronto encuentra una diversión especial. Usar la puntilla para matar gente: primero serán sus hijos, luego será… cualquiera. Resulta tan sencillo e indoloro como cuando debía rematar a los toros. Y, sobre todo, le permite recaudar fondos para sus ansiadas vacaciones en la costa.

Justino es un film inclasificable. Aúna elementos costumbristas, de comedia, de suspense… Además, critica el abandono -más humano que asistencial- de tantas personas mayores que la sociedad considera inútiles. Y caricaturiza, con abundante humor negro, el personaje de Justino, un asesino con aspecto de no haber matado una mosca, que se enfrenta a la disyuntiva de matar o morir de viejo.

Guridi y Aguilar han trabado bien su argumento. Pero son sus personajes, llenos de humanidad y cercanos al espectador, los que resultan decisivos para que funcione la película. A pesar de la penuria de medios, el film está muy bien montado, y tiene una elegante fotografía en blanco y negro, dura y contrastada, muy adecuada con el tono del relato.

José María Aresté

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