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Corren los años 60 americanos y la segregación racial da sus últimos pero intensos coletazos. Don Shirley es un afamado pianista negro que, en una apuesta personal por la defensa de sus derechos, decide afrontar una gira por los estados del sur, donde el racismo tiene su bastión. Como única medida de precaución, Shirley busca un chofer que pueda servirle de ayuda si se presenta algún conflicto. Tony Lip, un padre de familia italoamericano lleno de recursos, se hará con el empleo.

En formato road movie, Green Book explora la vieja fórmula del dúo de contrarios y, una vez más, la combinación funciona a las mil maravillas. Al estilo de Paseando a Miss Daisy o de la más reciente y exitosa Intocable, presenciamos una genial historia de transformación a dos bandas.

La cinta de Peter Farrelly (Algo pasa con Mary, Dos tontos muy tontos) es puro cine clásico: una pareja de actores que se comen la pantalla –Viggo Mortensen está estupendo en registro cómico–, diálogos chispeantes, algún pequeño enredo, buenos sentimientos y final feliz. Con esos mismos ingredientes se cocinaron las mejores comedias de los 40, de las que todavía se puede seguir aprendiendo.

Además Green Book es una interesante parábola sobre la soledad del diferente y sobre el importante soporte que es la familia en la vida de todos. Fue la película más premiada en los Globos de Oro (mejor película-comedia, mejor actor de reparto y mejor guion) y tiene muchas papeletas para hacerse con alguno de los premios gordos en los Oscar.

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