Gosford Park

Director: Robert Altman. Guión: Julian Fellowes. Intérpretes: Emily Watson, Jeremy Northam, Alan Bates, Helen Mirren, Maggie Smith, Derek Jacobi, Kristin Scott Thomas. 138 min. Jóvenes.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Invierno, llueve y es 1932. Lujosos automóviles van llegando a una mansión en la campiña inglesa. Una partida de caza reúne a familiares y amigos de Sir William McCordle y su esposa, Lady Sylvia. Cada cual viene acompañado de sirvientes, que se suman al, ya de por sí, numerosísimo servicio de la casa. Señores y criados van entrando en una olla que, a medida que se acerca al hervor, desprende por la enorme casa de campo los olores de rencillas, miserias, frustraciones, complejos y ruindades.

Cumplidos los 77, Robert Altman mantiene la afición por los ajustes de cuentas a través de películas corales. Se ha repetido que los dardos de Altman, tras hacer diana en el ejército (M.A.S.H.), la industria del cine (El juego de Hollywood), el mundo de la moda (Prêt-à-porter) y el American way of life (Vidas cruzadas), han volado hacia la alta sociedad británica. Quizás este enfoque no sea el adecuado, y la verdad sea que Altman -después del fiasco de El Dr. T y las mujeres- se ha marcado un alarde estilístico, desprovisto de complicaciones temáticas, para decir: «Aquí estoy yo, señores de la Academia de Hollywood; acuérdense de un servidor, que ya va siendo hora». A la vista de la campaña de promoción, la jugada puede salirle bien, porque ha logrado siete importantes candidaturas a los Oscar, que se suman a un Globo de Oro al mejor director, un Oso honorífico en Berlín y un par de BAFTA.

En cualquier caso, y sin desmerecer la impecable factura (especialmente en la planificación de los diálogos) y las excelentes interpretaciones (muy recomendable la versión original), uno no acaba de explicarse a cuento de qué salta el amigo Altman con esta historia trilladita y anacrónica. Es de justicia no plegarse al papanatismo entusiasta que suele rodear a este tipo de directores «malditos», para decir con franqueza que estamos ante una larguísima película que no aporta demasiado y tiende a dejarte fuera, por la frialdad característica de Altman y por una construcción cartesiana de personajes-títere. Convalida, eso sí, por tres capítulos de una serie inglesa de la BBC, tipo Arriba y abajo, con un toque a lo Diez negritos, para que no falte un cadáver y un homenaje a doña Agatha. Con ser menos divertida que las comedias de Coward, no teniendo tanta chispa como los enredos de Wilde, y no obstante carecer de la carga explosiva de los misiles de Waugh o Ishiguro, probablemente cualquiera de ellos hubiese estado encantado de contar con los servicios de Altman, aun siendo un yankee, de Kansas, para más señas.

Alberto Fijo

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