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Una versión de esta reseña se publicó en el servicio impreso 08/15

Los años de Reagan. El excéntrico millonario John du Pont invita a Mark Schultz, medallista de lucha libre, a formar su propio equipo y entrenar en su finca de Delaware (Pensilvania), cara al mundial y a la olimpiada. Pero su hermano David, también laureado luchador y que ha sido como un padre para él, rehúsa sumarse al grupo.

Bennett Miller, premiado en Cannes, maneja con sobriedad fina un sólido guion de Dan Futterman y E. Max Frye. Su estilo fílmico equivale al de la novela de no-ficción –recuerda a A sangre fría: no en balde rodó antes Truman Capote–, lo que se advierte en la atmósfera de tenso silencio de muchas escenas. Además, combinar deporte y realidad retrotrae a Moneyball.

Los dramas personales están bien trazados, y permiten un gran trabajo de todos los actores, principales –Channing Tatum, Steve Carell, Mark Ruffalo– y secundarios. Tenemos a dos seres humanos vapuleados por la vida: el frágil Mark Schultz, que ha crecido envuelto en inseguridades, pese al apoyo de su hermano David, que tiene una prioridad, la familia que ha formado; y el desequilibrado John du Pont, anulado por una madre posesiva, y cuyas aficiones le gustan pero no le llenan; ambos podrían complementarse, pero la relación es ambigua y, se adivina, de poco recorrido.

Por otro lado, es casi inevitable ver aquí una metáfora de Estados Unidos, con Du Pont como un Charles Foster Kane de la época, sin siquiera un trineo infantil que añorar, Rosebud, como ocurría en Ciudadano Kane, mientras que los Schultz invitan a pensar que el sueño americano puede devenir fácilmente en pesadilla.

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