En el año 2017, el prolífico productor gallego Ramón Campos presentaba la excelente docuserie El caso Asunta: Operación Nenúfar, sobre el asesinato y la posterior investigación del caso de la adolescente china fallecida el 21 de septiembre de 2013 en la localidad coruñesa de Teis. Diez años después, el productor traslada al terreno de la ficción esta historia plagada de giros y matices tenebrosos protagonizada por los padres adoptivos de la niña.
Entre las primeras decisiones complicadas que tenían que tomar los productores de esta miniserie estaban la elección del enfoque y el casting. Este crimen había ocupado muchas horas de telediarios y documentales, y no era fácil sorprender al espectador. Evidentemente, Ramón Campos y su productora Bambú tenían una dilatada experiencia con casi medio centenar de series y películas. Sin embargo, aunque en todas estas producciones gozaban de un nivel técnico incuestionable, la calidad de los guiones era más criticable, con un uso excesivo de efectismos melodramáticos, derivados de sus primeros grandes éxitos con telenovelas como Gran Reserva o Seis hermanas.
Conscientes de la relevancia de la historia, sus creadores han optado por el tono más equilibrado y matizado de sus mejores audiovisuales de ficción: Fariña (2018) y En el corredor de la muerte (2019). Para interpretar a Rosario Porto y Alfonso Basterra, padres de la niña, han contado con dos valores seguros, como Candela Peña y Tristán Ulloa, que hacen una composición de sus personajes verdaderamente mimética en el que se muestra la vulnerabilidad ciclotímica y enfermiza de ella, y la contención medida y maquiavélica de él. Completan el reparto otros actores de primer nivel, pero que tienen un desarrollo de personajes mucho menos detallado y sugerente, algo que rebaja las posibilidades interpretativas de Carlos Blanco, María León o Raúl Arévalo, y especialmente de un desatado Javier Gutiérrez, cuya impulsividad resulta demasiado reiterativa.
El guion juega con mucha habilidad y talento con la estructura temporal y los puntos de vista, al mostrar una investigación tan bien documentada como abierta a todo tipo de interpretaciones sobre los verdaderos motivos del asesinato. El relato es minucioso, pero moderado en los detalles más morbosos de la investigación, además de ser muy sugerente al abordar los límites de la privacidad y el derecho a la intimidad en relación con los medios de comunicación.
Por último, la música de Federico Jusid (Cerrar los ojos, Isabel) va evolucionando con la historia, con una combinación muy acertada de los instrumentos de cuerda y la gaita gallega, que termina definiendo una historia tan local como universal en su reflejo de una sociedad en estado de shock.