El cartero (y Pablo Neruda)

GÉNEROS, ,

PÚBLICOJóvenes-adultos

CLASIFICACIÓNSensualidad

ESTRENO07/04/1994

Basado el muy trabajado guión en Ardiente paciencia, de Antonio Skarmeta, esta película da vida a unos personajes literarios, reales, de gran sensibilidad; una historia tierna como un cuento y, como las de los buenos cuentos, dulcemente amarga.

Pablo Neruda, exiliado, se instala en los años cincuenta en un pueblecito marítimo de Italia. Le acompaña una mujer. Un pescador, que no quiere serlo, hace de cartero exclusivo del poeta Neruda. Nace la amistad entre los dos, y más cuando el cartero se enamora de Beatrice, y necesita entonces ayuda para expresar bien a la hermosa joven su urgente y encendido amor.

Gran parte del atractivo de esta sencilla y humanísima película está en la historia creada por el escritor chileno Antonio Skarmeta, de la que se han aumentado creativamente unos diálogos, que son un goce intelectual y poético; todo ello encarnado en un cartero -un Massimo Troisi magistral-, cuya ingenua y limpia personalidad merecería la honda amistad no sólo de Pablo Neruda, sino de todos los poetas. Todo ello también enriquecido y elevado por la misteriosa belleza del mar y del meridional encanto del paisaje, por el atractivo y el nombre de Beatrice, su vigilante tía, el cura, y las gentes del pueblo, figuras trazadas con acertado y entrañable perfil. Philipe Noiret ha sabido componer un tipo de Pablo Neruda distante y discreto, amable, afectuoso. Un comunismo folklórico convive con la religión enraizada como un olivo en las simples mentalidades de estos lugareños.

La dirección es firme y tradicional, sin estridencias, acompasada al ritmo y espíritu del lugar, época y personajes, al realismo lírico de la historia.

En la versión original un actor italiano dobla a Philipe Noiret, simulando errores de dicción en la lengua italiana; pero no logra hacer creíble su habla chilena, ni tampoco lo logra la actriz italiana que da voz chilena a la amante de Neruda. La historia, tan conseguida, termina varias veces, como hacen esas grandes sinfonías que, conseguido el clímax, no se deciden a abandonarlo, y redoblan finales no definitivos. Deficiencia esta, que, resuelta, aún hubiera mejorado esta magnífica película, rico legado del desaparecido Massimo Troisi, que falleció poco después de finalizar el rodaje.

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