El Dr. Stephen Strange es un afamado y vanidoso neurocirujano del Greenwich Village (Nueva York), que se lesiona gravemente las manos en un accidente automovilístico. Tras agotar los recursos de la medicina, viaja a Katmandú y se inicia en una especie de secta New Age, donde le ayudan a dominar su ego y su cuerpo, y a descubrir los ocultos poderes de su propia alma astral y de las diversas dimensiones alternativas de la realidad. Muy pronto deberá recurrir a esos poderes contra una brutal fuerza oscura que amenaza la Tierra.
En pleno éxito de la saga y los derivados de Los Vengadores, el tándem Marvel-Disney da en el clavo de nuevo con esta espectacular adaptación de los cómics del escritor y editor Stan Lee y el dibujante Steve Ditko. Una vez más, la clave está en una sabrosísima combinación de fantasía, humor y reflexión ética en torno al heroísmo, desplegada en una impactante puesta en escena y encarnada por unos actores totalmente metidos en la piel de sus personajes. Benedict Cumberbatch logra una memorable caracterización del Dr. Strange, poderosa en las complejas coreografías de acción, muy divertida en los chispeantes duelos de ironías y sarcasmos, y acertadamente frágil en su sencillo pero emotivo romance con la Dra. Christine Palmer, interpretada por Rachel McAdams.
Estos esfuerzos insuflan humanidad a la puesta en escena de Scott Derrickson, que logra su mejor película hasta la fecha. Lo más llamativo es su despliegue de efectos visuales, que realzan el homenaje a los paisajes imposibles del pintor holandés M.C. Escher, ya incoado por Christopher Nolan en Origen. Además, este enfoque decididamente fantástico facilita la introducción de contrapuntos cómicos, terroríficos y dramáticos, que rebajan el etéreo misticismo New Age de la historia.
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