Destino de caballero

TÍTULO ORIGINAL A Knight’s Tale

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director y guionista: Brian Helgeland. Intérpretes: Heath Ledger, Alan Tudyk, Mark Addy, Paul Bettany, Rufus Sewell, Shannyn Sossamon, Laura Fraser. 132 min. Jóvenes.

El noble nace, no se hace, o tal es la impresión que tenemos de lo que fue la Edad Media. En el siglo XIV no debía de ser fácil cambiar de condición social, pero, si eres joven y estás dispuesto a correr el riesgo…; en el fondo, las mejores familias también empezaron en algún momento. Tal es el punto de partida de la singular película Destino de caballero. Sir Hector, un caballero inglés que anda justando por tierras francesas, fallece cuando está a punto de ganar un torneo. Sólo tendría que romper una lanza más y el premio sería suyo. Pero ya no hay nada que hacer. ¿O tal vez sí? William (Heath Ledger), uno de sus escuderos, decide arriesgar el cuello vistiendo la armadura de su amo y justar en su lugar. Lo hará por los quince florines del premio, así podrán comer -él y sus dos compañeros llevan tres días en ayunas-, sobre todo por la aventura. «Llevo toda la vida soñando en ese momento». Aunque sus dos pragmáticos compañeros Roland y Wat no tienen tan nobles aspiraciones, terminarán ayudándole. Le acompañarán por todos los campos de Europa y por el camino se les unirán un escritor insolvente llamado Geoff Chaucer y una herrera llamada Kate. Entre todos -y vale la pena subrayar el todos, ya que ese grupo de secundarios, salido de la pluma de Shakespeare o Chaucer, es lo más interesante de la película-, crearán al fantástico caballero Sir Ulrich von Lichtenstein, que atravesará Francia conquistando títulos, riquezas, honores, el amor de su dama y la envidia de un malvado. Ahora bien, todavía no es noble, y la superchería se puede descubrir en cualquier momento.

El cuento que ha escrito y dirigido Brian Helgeland -oscarizado guionista de L.A. Confidential, y director y guionista de Payback- describe el sueño americano: uno se forja su destino y puede llegar tan lejos como se proponga. En este caso, el hijo de un techador termina siendo caballero. Pero, además, es cierto: no sólo finge sino que paulatinamente mejora y termina teniendo un corazón noble. La historia, pues, es mínima, está bien dirigida e interpretada a pesar de que le sobran minutos de justas a caballo: da la impresión de que una vez que aprendieron a justar y a filmar los torneos, no se cansaron de hacerlo. El resto es puesta en escena, y aquí hay que decir que el equipo es sobresaliente aunque el resultado final puede chocar e incluso indignar a algunos. Helgeland hace una apuesta audaz: los ciudadanos del siglo XIV no tienen que parecer arcaicos, pues eran modernos en su tiempo. Para facilitar esta idea asimila los torneos medievales con el fútbol actual, y presenta las muchedumbres que asisten a ellos como si fueran hooligans. Y lógicamente, la final se disputa en Londres. El resultado es sorprendente y funcionará más o menos según las disposiciones del espectador, que puede aplaudir o sofocarse al oír al público de los torneos entonar el We Will Rock You de Queen, al ver a caballeros y damas bailando como si estuvieran en una discoteca, o al contemplar los modelos postmodernos y el llamativo maquillaje que luce la actriz Shannyn Sossamon.

En todo caso, se trata de un entretenimiento simpático, puntualmente algo soez, pero disfrutable tras una temporada repleta de efectos digitales

Fernando Gil-Delgado

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