Chicago

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Ambientada en los años de la Depresión, Chicago cuenta la estancia en prisión de Roxie Hart, una chica que desea triunfar en el mundo del cabaret y las candilejas. Un crimen pasional la ha conducido a la cárcel, y allí advierte que la única forma de salir bien librada es ganarse el favor de Billy Flynn, un astuto abogado que gusta del dinero y de la fama.

Chicago, la obra teatral escrita en 1926 por Maurine Dallas Watkins, ha sido llevada al cine en otras dos ocasiones: en 1927 y 1942. En 1975, Bob Fosse, Fred Ebb y John Kander la convirtieron en Broadway en musical de éxito. Ahora llega la adaptación cinematográfica de ese musical, bien arropada por el éxito el pasado año de Moulin Rouge, prueba de que el género todavía tiene vida, si le dejan. Con 13 candidaturas a los Oscar, hay sin duda esperanzas para el musical.

Bill Condon (Dioses y monstruos), autor del guion, parte de una buena idea para insertar en la trama los números musicales que jalonan el film: es Roxie, anhelosa de triunfar como cantante, quien imagina sus evoluciones como un espectáculo del que ella es protagonista absoluta. Consigue así escenas brillantísimas, donde las canciones apuntalan el buscado y muy conseguido tono de vodevil.

Llama la atención la enorme carga de cinismo de la película. De un modo corrosivo y vitriólico se muestra cómo funcionan unas mujeres y un hombre dispuestos a lo que sea con tal de salirse con la suya. Ya sea engañar al esposo, vender la noticia de un embarazo o asociarse con tu peor enemiga, todo vale para encaramarse a lo más alto del show business. Ejemplar a tal respecto es el número de la rueda de prensa, donde las personas se convierten en marionetas de un guiñol muy particular. Porque la mayor parte del mundo que retrata Chicago es puro circo, vanidad de vanidades; y el eficaz contrapunto lo ponen los “buenos”, auténticos perdedores: el marido burlado y la encarcelada convicta inocente.

Rob Marshall dirige con soltura los números musicales, donde dominan los fondos minimalistas absolutamente oscuros y los focos apenas recogen otra cosa que las figuras de las sensuales cantantes y bailarinas. Los actores principales, a excepción de Queen Latifah, apenas tenían experiencia musical; pero Renée Zellweger, Catherine Zeta-Jones, Richard Gere, John C. Reilly y compañía han trabajado duro y superan con nota alta el envite de cantar y bailar.

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