Director: Frank Darabont. Intérpretes: Tim Robbins, Morgan Freeman, Bob Gunton.

Espléndido melodrama carcelario, escrito y dirigido por Frank Darabont, hasta ahora sólo conocido como guionista de La mosca y del Frankenstein de Kenneth Branagh. Tras conseguir dos candidaturas a los Globos de Oro, este film opta ahora nada menos que a siete Oscars, incluidos los correspondientes a la mejor película, actor principal (Morgan Freeman) y guión adaptado.

Precisamente el guión es su primera gran baza. Basado en un relato de Stephen King, describe la amistad a lo largo de veinte años -entre 1946 y 1967- de dos reclusos condenados a cadena perpetua en una cárcel de máxima seguridad de Estados Unidos. Red (Morgan Freeman), de buen corazón y escasa cultura, maneja el mercado negro de la cárcel; Andy es un famoso banquero de exquisitos modales, que supuestamente asesinó a su mujer y a su amante en un ataque de celos. Su amistad será puesta a prueba por la brutalidad de algunos presos desesperados y de los guardianes, así como por los turbios negocios del hipócrita y cruel alcaide de la prisión, que se aprovecha de los conocimientos de economía de Andy. A pesar de los pesares, la amistad ayudará a los dos a sobrellevar el peso de la reclusión y a encontrar un sentido a sus vidas, sobre todo echando una mano a los demás reclusos.

Además de la riqueza del guión, sorprenden la solidez narrativa, la personalidad visual y la magnífica dirección de actores que muestra Frank Darabont en este su primer trabajo como director para la gran pantalla. Así, la película es muy rica en situaciones sugestivas, en las que se mezclan muy bien la tragedia y el buen humor, siempre marcados por una profunda mirada humanizante a los personajes. El tono épico-sentimental -a veces un poco excesivo, sobre todo en la última parte- lo pone la bella partitura de Thomas Newman, también candidata al Oscar.

Más allá de estos atractivos formales, destaca la hondura dramática de la película. Tienen mucho valor su encendido elogio de la amistad -por encima de diferencias raciales, culturales y sociales- y su confianza en la capacidad de redención del ser humano. En este punto, se destacan vehementemente los esfuerzos de los dos amigos por aferrarse a la esperanza, aun en situaciones de gran degeneración moral, y que sin embargo tienen proyección universal. También cabe elogiar la apología que hace la película de la educación humanística -sobre todo a través de la música y de los libros- como medio poderoso de enriquecimiento personal.

Este inteligente idealismo suaviza la crudeza de algunos pasajes, y deja en el espectador la agradable sensación de haber visto una gran película.

Jerónimo José Martín

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