Amistad

Director: Steven Spielberg. Guión: David Franzoni. Intérpretes: Djimon Hounsou, Matthew McConaughey, Anthony Hopkins, Morgan Freeman, Nigel Hawthorne. 152 min. Jóvenes.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Año 1839. Los esclavos que transporta el barco español Amistad se amotinan y exigen ser llevados de vuelta a África. Pero la nave acaba recalando en aguas estadounidenses. Comienza un juicio donde pesan los cargos de asesinato, además de la reclamación de la propiedad de los esclavos por parte de un terrateniente, al que apoya la corona española. Un grupo de abolicionistas se hace cargo de la compleja defensa, al ver una ocasión de oro para avanzar en la supresión de la esclavitud.

Resulta paradójico que, ahora que abundan los films de simple entretenimiento, sea Steven Spielberg -el recuperador del cine fantástico y de aventuras en los años 70, veta que parece haber agotado- el que proponga temas que apelan a la conciencia. Como todos sus films, Amistad es muy visual, con una bella fotografía de fuertes contrastes, en que los personajes parecen bañados en luz. Y la historia, auténtica en sus líneas maestras, interesa. Quizá sea algo larga, con alguna caída de ritmo y algún personaje poco desarrollado, como el de Morgan Freeman. Pero magníficas ideas de guión mantienen la atención. Una es la dificultad del idioma. Los esclavos no hablan inglés ni castellano, no pueden expresarse bien. Eso mantiene las distancias, y logra que esa consideración de seres inferiores, sin derechos, se acepte más fácilmente. De modo que cuando los defensores, siguiendo los consejos del ex presidente John Quincy Adams -formidable Anthony Hopkins-, tratan de ver no cosas sino personas con su historia, y logran comunicarse, la perspectiva cambia de modo muy efectivo. También el paralelismo entre la odisea de los esclavos y el relato del Evangelio que cautiva a uno de ellos ayuda a dar un sentido a los sinsabores que padecen.

Amistad ha reavivado el debate sobre el cine histórico: las libertades que se toma, las injusticias que puede cometer. Considero un error la polémica sobre si España -y sobre todo Portugal- queda muy mal, e Inglaterra demasiado bien. Y que se apele a otros sucesos históricos para orquestar una defensa. Ésta es una película sobre el horror de la esclavitud -como La lista de Schindler lo era sobre el Holocausto-, y los extremos de degradación a que puede llegar el ser humano. A este respecto, las escenas a bordo del Tecqora son de una crudeza que avergüenza, no a una persona de tal o cual nacionalidad, sino a todo hombre de conciencia sensible.

José María Aresté

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